Palabras antes del Ángelus
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| Ángelus, 16 agosto 2020 (C) Vatican Media |
A continuación, siguen las palabras de Francisco,
según la traducción oficial ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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Palabras antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Durante la ausencia del amo, los dos primeros siervos
se esforzaron hasta el punto de duplicar la suma que se les había encomendado.
No así el tercer siervo, que esconde su talento en un hoyo: para evitar
peligros, lo deja allí, a salvo de los ladrones, pero sin hacerlo fructífero.
Llega el momento del regreso del amo, que pide cuentas a sus siervos. Los
dos primeros presentan el buen fruto de sus esfuerzos; han trabajado, y el amo
los elogia, los recompensa y los invita a participar en su fiesta, en su
alegría. El tercero, sin embargo, al darse cuenta de que está en falta,
inmediatamente empieza a justificarse diciendo: «Señor, sé que eres un hombre
duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste, por lo
cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento bajo tierra; aquí tienes lo que es
tuyo» (vv. 24-25). Se defiende de su pereza acusando a su amo de ser “duro”.
Esta es una costumbre que también nosotros tenemos: muchas veces nos defendemos
acusando a los demás. Pero ellos no tienen la culpa, la culpa es nuestra, el
defecto es nuestro. Y este siervo acusa a los demás, acusa al amo, para
justificarse. A menudo también nosotros hacemos lo mismo. Entonces el amo le
recrimina: le llama siervo “malo y perezoso” (v. 26); hace que le quiten su
talento y lo echen de su casa.
Esta parábola vale para todos, pero, como siempre, especialmente
para los cristianos. También hoy es muy actual, hoy que es la Jornada de los
Pobres, en la que la Iglesia nos dice a los cristianos: “Tiende la mano al
pobre, tiende tu mano al pobre”. No estás solo en la vida, hay gente que te
necesita; no seas egoísta, tiende la mano al pobre.
Todos
hemos recibido de Dios un “patrimonio” como seres humanos, una riqueza humana,
del tipo que sea. Y como discípulos de Cristo, también hemos recibido la fe, el
Evangelio, el Espíritu Santo, los sacramentos, y tantas otras cosas. Estos
dones hay que emplearlos para hacer el bien, el bien en esta vida, como
servicio a Dios y a los hermanos. Y hoy la Iglesia te dice, nos dice: “Utiliza
lo que te ha dado Dios y mira a los pobres. Mira, hay muchos, también en
nuestras ciudades, en el centro de nuestra ciudad, hay muchos. ¡Haz el bien!”.
A
veces pensamos que ser cristianos es no hacer el mal. Y no hacer el mal es
bueno. Pero no hacer el bien no es bueno. Tenemos que hacer el bien, salir de
nosotros mismos y mirar, mirar a quienes tienen más necesidad. Hay mucha
hambre, incluso en el corazón de nuestras ciudades, y tantas veces entramos en
esa lógica de la indiferencia: el pobre está ahí y miramos para el otro lado.
Tiende tu mano al pobre: es Cristo. Sí, algunos dicen: “Estos sacerdotes, estos
obispos que hablan de los pobres, de los pobres… ¡Nosotros queremos que nos
hablen de la vida eterna!”. Escuchad, hermano y hermana, los pobres están en el
centro del Evangelio. Es Jesús quien nos ha enseñado a hablar a los pobres, es
Jesús quien ha venido por los pobres. Tiende tu mano al pobre. Has recibido
muchas cosas, ¿y dejas que tu hermano, tu hermana, muera de hambre?
Queridos hermanos y hermanas, que cada uno diga en su
corazón esto que Jesús nos dice hoy, que repita en su corazón: “Tiende tu mano
al pobre”. Y Jesús nos dice otra cosa: “Sabes, el pobre soy yo”. Jesús nos dice
esto: “El pobre soy yo”.
La Virgen María recibió un gran don: Jesús; pero no se
lo guardó para sí misma sino que se lo dio al mundo, a su pueblo. Aprendamos de
ella a tender la mano a los pobres.
Raquel Anillo
Fuente: Zenit






