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Educación (C) Cathopic. Maria José |
Se trata del IX Seminario de Formación de Educadores, promovido por dicha
Orden y por la Comisión de Educación de las Uniones de Superiores y Superioras
Generales, en curso del 12 al 14 de noviembre a través de la plataforma
telemática de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG).
En su mensaje, Francisco agradece
la invitación a este evento “sobre el desafío de la reconstrucción del pacto
educativo global” y saluda a los responsables de los distintos Institutos de
Vida Consagrada que participarán y “a todos los que hacen posible ese
seminario”.
Vanguardia de la tarea educativa
La Vida Consagrada “ha estado
siempre a la vanguardia de la tarea educativa”, destaca el Papa poniendo como
ejemplo al fundador de los Escolapios, san José de Calasanz, “que levantó la
primera escuela de niños”.
“De esta fuerte raíz, han surgido
en todas las épocas de la historia distintos carismas que, por don de Dios, han
sabido acomodarse a las necesidades y desafíos de cada tiempo y lugar”. Hoy “la
Iglesia los llama a renovar ese propósito desde la propia identidad, y les
agradezco que hayan tomado este testigo con tanto empeño y entusiasmo”, se lee
en el texto.
Después, el Pontífice recuerda
que el Pacto Educativo Global incluye siete compromisos
esenciales, que sintetiza “en tres líneas de acción
concreta: centrarse, acoger e implicar”.
Centrarse
“Centrarse en lo
importante”, describe, “es poner la persona en el centro”. Valorizar la
persona, “hace de la educación un medio para que nuestros niños y jóvenes
puedan crecer y madurar, adquiriendo las capacidades y los recursos necesarios
para construir juntos un futuro de justicia y de paz”.
Por ello, continúa el Obispo de
Roma, “es imprescindible que el objetivo no se pierda de vista y se disipe en los
medios, en los proyectos y en las estructuras”.
Acogida
Para lograrlo, “es necesaria
la acogida” y esta supone “ponerse a la escucha del otro, de los
destinatarios de nuestro servicio, los niños y los jóvenes. Implica que los
padres, alumnos y autoridades —principales agentes de la educación— presten
oído a otro tipo de sonidos, que no son simplemente los de nuestro círculo
educativo”.
“Se necesita incentivar a
nuestros niños y jóvenes para que aprendan a relacionarse, a trabajar en grupo,
a tener una actitud empática que rechace la cultura del descarte”, expone el
Sucesor de Pedro. Asimismo, es importante que aprendan “a salvaguardar nuestra
casa común, protegiéndola de la explotación de sus recursos, adoptando estilos
de vida más sobrios y buscando el aprovechamiento integral de las energías
renovables y respetuosas del entorno humano y natural, en el respeto de los
principios de subsidiariedad y solidaridad y de la economía circular”, agrega.
Implicar
Finalmente, el Papa Francisco,
define la última línea de acción, implicar, como “decisiva”: “Implicar e
implicarnos supone trabajar por dar a los niños y jóvenes la posibilidad de ver
este mundo que les dejamos en herencia con un ojo crítico, capaz de entender
los problemas en el ámbito de la economía, la política, el crecimiento y el
progreso, y de plantear soluciones que estén verdaderamente al servicio del
hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral”.
A continuación, sigue el mensaje
completo del Papa.
***
Mensaje del Santo Padre
Al Reverendísimo
Padre Pedro Aguado Cuesta
Prepósito General de la Orden de
los Clérigos Regulares Pobres
de la Madre de Dios de las
Escuelas Pías
Reverendo Padre:
Agradezco su invitación al evento
promovido por la Unión de Superiores Generales y la Unión Internacional de
Superioras Generales sobre el desafío de la reconstrucción del pacto educativo
global que, con motivo de la pandemia, se celebrará online del 12 al
14 de noviembre próximos. Saludo a los responsables de los distintos Institutos
de Vida Consagrada que participarán y a todos los que hacen posible ese
seminario.
La Vida Consagrada ha estado
siempre a la vanguardia de la tarea educativa. Ejemplo de ello es vuestro
fundador, san José de Calasanz, que levantó la primera escuela de niños, pero
también los religiosos que lo educaron en Estadilla y mucho antes los
monasterios medievales que preservaron y difundieron la cultura clásica. De
esta fuerte raíz, han surgido en todas las épocas de la historia distintos
carismas que, por don de Dios, han sabido acomodarse a las necesidades y
desafíos de cada tiempo y lugar. Hoy la Iglesia los llama a renovar ese
propósito desde la propia identidad, y les agradezco que hayan tomado este
testigo con tanto empeño y entusiasmo.
Como saben, son siete los
compromisos esenciales del pacto educativo global que se está promoviendo.
Siete compromisos que quiero sintetizar en tres líneas de acción
concreta: centrarse, acoger e implicar.
Centrarse en lo importante,
es poner la persona en el centro, en «su valor, su dignidad, para hacer
sobresalir su propia especificidad, su belleza, su singularidad y, al mismo
tiempo, su capacidad de relacionarse con los demás y con la realidad que la
rodea». Valorizar la persona, hace de la educación un medio para que nuestros
niños y jóvenes puedan crecer y madurar, adquiriendo las capacidades y los
recursos necesarios para construir juntos un futuro de justicia y de paz. Es
imprescindible que el objetivo no se pierda de vista y se disipe en los medios,
en los proyectos y en las estructuras. Trabajamos para las personas, son ellas
las que forman las sociedades, y estas las que estructuran una única humanidad,
llamada por Dios a ser su Pueblo de elección.
Para conseguirlo, es necesaria
la acogida. Esta supone ponerse a la escucha del otro, de los
destinatarios de nuestro servicio, los niños y los jóvenes. Implica que los
padres, alumnos y autoridades —principales agentes de la educación— presten
oído a otro tipo de sonidos, que no son simplemente los de nuestro círculo
educativo. Eso evitará que se cierren en su propia autorreferencialidad y hará
que se abran al grito que brota de todo hombre y de la creación. Se necesita
incentivar a nuestros niños y jóvenes para que aprendan a relacionarse, a
trabajar en grupo, a tener una actitud empática que rechace la cultura del
descarte. Asimismo, es importante que aprendan a salvaguardar nuestra casa
común, protegiéndola de la explotación de sus recursos, adoptando estilos de vida
más sobrios y buscando el aprovechamiento integral de las energías renovables y
respetuosas del entorno humano y natural, en el respeto de los principios de
subsidiariedad y solidaridad y de la economía circular.
La última línea de acción es
decisiva: implicar. La actitud de escucha, definida en todos estos
compromisos, no puede entenderse como un mero oír y olvidarse, sino que tiene
que ser una plataforma que permita que todos se comprometan activamente en esta
labor educativa, cada uno desde su especificidad y responsabilidad. Implicar e implicarnos supone
trabajar por dar a los niños y jóvenes la posibilidad de ver este mundo que les
dejamos en herencia con un ojo crítico, capaz de entender los problemas en el
ámbito de la economía, la política, el crecimiento y el progreso, y de plantear
soluciones que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia
humana en la perspectiva de una ecología integral.
Queridos hermanos: Acompaño con
mis oraciones los esfuerzos de todos los Institutos representados en este
evento, y de todos los consagrados y laicos que trabajan en el ámbito de la
educación, pidiendo al Señor que, como siempre ha hecho, también en este
momento histórico la Vida Consagrada sea una parte esencial del pacto educativo
global. Los encomiendo al Señor, y pido a Dios que los bendiga y que la Virgen
Santa los cuide.
Y, por favor, no se olviden de
rezar por mí.
Fraternalmente,
FRANCISCO
Roma, San Juan de Letrán, 15 de
octubre de 2020
© Librería Editora Vaticana
Larissa I. López
Fuente: Zenit