En aquel tiempo,
para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer,
Jesús les propuso esta parábola:
“En cierta
ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en
aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle:
‘Hazme justicia contra mi adversario’.
Por mucho
tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios
ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a
hacerle justicia para que no me siga molestando’ ”.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Todos
experimentamos momentos de cansancio y de desaliento, sobre todo cuando nuestra
oración parece ineficaz. Pero Jesús nos asegura: a diferencia del juez
deshonesto, Dios escucha con prontitud a sus hijos, si bien esto no significa
que lo haga en los tiempos y en las formas que nosotros quisiéramos. La oración
no es una varita mágica. Ella ayuda a conservar la fe en Dios, a encomendarnos
a Él incluso cuando no comprendemos su voluntad. AUDIENCIA GENERAL 25 de
mayo de 2016
Vatican News






