5. Jueves de la XXXI semana del Tiempo Ordinario
Evangelio según Lucas 15, 1-10
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los
pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las
noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la
encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento;
y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que
se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una
lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando
la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador
que se convierta».
PALABRAS DEL SANTO PADRE
El Señor no puede resignarse ante el hecho de que incluso una sola
persona pueda perderse. El modo de obrar de Dios es el de quien va en busca de
los hijos perdidos para luego hacer fiesta y alegrarse con todos por haberlos
encontrado. Se trata de un deseo incontenible: ni siquiera noventa y nueve
ovejas pueden detener al pastor y tenerlo encerrado en el redil. Él podría
razonar así: «Hago un cálculo: tengo noventa y nueve, he perdido una, pero no
es una gran pérdida». Él, en cambio, va a buscar justamente a aquella que le
falta, porque cada una es muy importante para él y esa es la más necesitada, la
más abandonada, la más descartada; y él va a buscarla. (AUDIENCIA
GENERAL 4 de mayo de 2016)
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