Cuando se acercaba la Pascua de
los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de
bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un
látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los
cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que
vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la
casa de mi Padre”.
En ese momento, sus discípulos se
acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.
Pero él hablaba del templo de su
cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus
discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las
palabras que Jesús había dicho.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Según el evangelista Juan, este
es el primer anuncio de la muerte y resurrección de Cristo: su cuerpo,
destruido en la cruz por la violencia del pecado, se convertirá con la
Resurrección en el lugar de la cita universal entre Dios y los hombres. Cristo
resucitado es precisamente el lugar del encuentro universal —de todos—
entre Dios y los hombres. Por eso su humanidad es el verdadero templo en el que
Dios se revela, habla, se lo puede encontrar. ÁNGELUS 8 de marzo de
2015
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