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| Encuentro de Oración por la Paz © Vatican Media |
En el texto, el Santo Padre señala que el año 2020 se
caracterizó “por la gran crisis sanitaria de COVID-19, que se ha convertido en
un fenómeno multisectorial y mundial, que agrava las crisis fuertemente
interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria, y
causa grandes sufrimientos y penurias”.
Recordando a las personas que han perdido a seres queridos y
el trabajo y rindiendo homenaje a aquellos sectores de la sociedad que se han
esforzado por aliviar el sufrimiento de los enfermos, Francisco expone que “es
doloroso constatar que, lamentablemente, junto a numerosos testimonios de
caridad y solidaridad, están cobrando un nuevo impulso diversas formas de
nacionalismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos que siembran muerte
y destrucción”.
La cultura del cuidado
Después, explica que ha elegido el tema de este mensaje: “La
cultura del cuidado como camino de paz” como una propuesta “para erradicar la
cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer
hoy en día”.
Al principio del texto, el Papa propone varios apartados en
los que explica el fundamento de los siguientes enunciados, basándose en las
Escrituras: “Dios Creador, origen de la vocación humana al cuidado”, “Dios
Creador, origen de la vocación humana al cuidado”, “Dios Creador, modelo del
cuidado”, “El cuidado en el ministerio de Jesús” y “La cultura del cuidado en
la vida de los seguidores de Jesús”.
Doctrina Social de la Iglesia
Después, Francisco se refiere también a “Los principios de
la doctrina social de la Iglesia como fundamento de la cultura del cuidado”.
“La diakonia de los orígenes, enriquecida por la
reflexión de los Padres y animada, a lo largo de los siglos, por la caridad
activa de tantos testigos elocuentes de la fe, se ha convertido en el corazón
palpitante de la doctrina social de la Iglesia, ofreciéndose a todos los
hombres de buena voluntad como un rico patrimonio de principios, criterios e
indicaciones, del que extraer la ‘gramática’ del cuidado: la promoción de la dignidad
de toda persona humana, la solidaridad con los pobres y los indefensos, la
preocupación por el bien común y la salvaguardia de la creación”, se lee en el
texto.
La brújula para un rumbo común
“En una época dominada por la cultura del descarte, frente
al agravamiento de las desigualdades dentro de las naciones y entre
ellas, quisiera por tanto invitar a los responsables de las organizaciones
internacionales y de los gobiernos, del sector económico y del científico, de
la comunicación social y de las instituciones educativas a tomar en mano la
‘brújula’ de los principios anteriormente mencionados, para dar un rumbo común
al proceso de globalización, ·un rumbo realmente humano”, apunta el Pontífice
citando su encíclica Fratelli
Tutti.
Esta “permitiría apreciar el valor y la dignidad de cada
persona, actuar juntos y en solidaridad por el bien común, aliviando a los que
sufren a causa de la pobreza, la enfermedad, la esclavitud, la discriminación y
los conflictos”. A través de esta brújula, anima a todos “a convertirse en
profetas y testigos de la cultura del cuidado, para superar tantas
desigualdades sociales. Y esto será posible sólo con un fuerte y amplio
protagonismo de las mujeres, en la familia y en todos los ámbitos sociales,
políticos e institucionales”.
En este apartado, el Obispo de Roma remarca el derroche de
recursos existente “para las armas, en particular para las nucleares, recursos
que podrían utilizarse para prioridades más importantes a fin de garantizar la
seguridad de las personas, como la promoción de la paz y del desarrollo humano
integral, la lucha contra la pobreza y la satisfacción de las necesidades de
salud”.
En este sentido, insiste, “qué valiente decisión sería
‘constituir con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares un Fondo
mundial para poder derrotar definitivamente el hambre y ayudar al desarrollo de
los países más pobres’”.
Educar a la cultura del cuidado
Para el Papa Francisco, la promoción de la cultura del
cuidado “requiere un proceso educativo” y la brújula de los principios sociales
“se plantea con esta finalidad, como un instrumento fiable para diferentes
contextos relacionados entre sí”.
Al respecto, ofrece algunos ejemplos, indicando que la
educación para el cuidado “nace en la familia, núcleo natural y fundamental de
la sociedad, donde se aprende a vivir en relación y en respeto mutuo. Sin
embargo, es necesario poner a la familia en condiciones de cumplir esta tarea
vital e indispensable”.
En colaboración con la familia, se encuentran la escuela y
la universidad: “llamados a transmitir un sistema de valores basado en el
reconocimiento de la dignidad de cada persona, de cada comunidad lingüística,
étnica y religiosa, de cada pueblo y de los derechos fundamentales que derivan
de estos”.
Asimismo, las religiones en general, y los líderes
religiosos en particular, “pueden desempeñar un papel insustituible en la
transmisión a los fieles y a la sociedad de los valores de la solidaridad, el
respeto a las diferencias, la acogida y el cuidado de los hermanos y hermanas
más frágiles”.
Finalmente, anima de nuevo a todos los “comprometidos al
servicio de las poblaciones, en las organizaciones internacionales
gubernamentales y no gubernamentales” y a los que “trabajan en el campo de la
educación y la investigación” a lograr “el objetivo de una educación ‘más
abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y
de la mutua comprensión’”.
No hay paz sin la cultura del cuidado
Francisco sostiene que la cultura del cuidado “es un camino
privilegiado para construir la paz”. En este tiempo, “en el que la
barca de la humanidad, sacudida por la tempestad de la crisis, avanza con
dificultad en busca de un horizonte más tranquilo y sereno, el timón de la
dignidad de la persona humana y la ‘brújula’ de los principios sociales
fundamentales pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común”.
Como cristianos, subraya, “fijemos nuestra mirada en la
Virgen María, Estrella del Mar y Madre de la Esperanza. Trabajemos todos juntos
para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y
solidaridad, de apoyo mutuo y acogida”.
“No cedamos a la tentación de desinteresarnos de los demás,
especialmente de los más débiles; no nos acostumbremos a desviar la mirada,
sino comprometámonos cada día concretamente para ‘formar una comunidad
compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de
los otros’”, concluye.
Larissa I. López
Fuente: Zenit






