No quiero perder la esperanza al dejarme llevar por mis propias sombras, quiero que Jesús me ilumine
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Jorbasa Fotografie CC |
Hay personas que tienen luz dentro. Vayan donde
vayan siembran alegría, luz, claridad. Junto a ellas la vida parece más fácil,
tiene más alegría.
Son personas iluminadas por dentro, nace una llama
en su interior y eso me conmueve. No necesitan que nadie las ilumine para ser
visibles. Simplemente se nota cuando están presentes. No hacen mucho ruido,
sólo dan
luz casi sin saberlo.
¿Desde
fuera?
Hay muchas otras personas que brillan por la luz
que viene de fuera. Cuando esa luz no está, se opacan.
Cuando no reciben halagos, cuando no les resultan
sus planes y proyectos, cuando se entristecen con o sin motivo para ello.
Entonces ya no tienen luz. Brillan por la luz de otros. Comenta el padre José
Kentenich:
«Todo rostro humano del que no nos llegue el
reflejo de los rasgos divinos impresos en él termina por desengañarnos, tarde o
temprano. Pierde su atractivo. Su luz y su calor disminuyen. Y toda unión
humana que no nos permita presentir y percibir algo de la imagen de Dios en
nosotros arroja una y otra vez a los que participan en ella a la mazmorra del
aislamiento y del vacío interior» .
Cuando no veo esa luz que
viene de dentro, de lo alto, me decepciono, me entristezco.
Mejor luz
interior
Por eso me gusta más la luz que viene de aquellos
que llevan la luz de Cristo dentro, el fuego de su amor. Esos son como esa vela
que arde hasta consumirse. Yo quisiera ser de estos últimos.
Que el fuego, el calor, la
luz de mi alma no dependa de lo que pasa fuera de mí, en el exterior. No
quiero vivir reaccionando a lo que veo, a lo que me dicen o hacen. Si me tratan
bien brillo, si me rechazan me apago. No lo quiero.
Quiero que esta vela de Adviento irrumpa en la
noche de mi alma y me ilumine.
¿Cómo son las sombras que ocultan el sol en mi
corazón? Pienso en ello. ¿Dónde quiero que arda esta primera vela? Tengo claro
que esa luz viene de Cristo.
El
mensaje de la corona
La llama de la vela me
habla de fidelidad. Dios es fiel. Yo quiero ser fiel en lo pequeño. Esta
vela pequeña se enciende cada día para iluminar el camino a seguir. La
fidelidad de lo cotidiano.
No quiero que abunden dentro de mí la tristeza, la
angustia, la pena. No quiero perder la esperanza al dejarme llevar por mis
propias sombras.
Quiero que Jesús me ilumine, me
marque el camino, abra la puerta de mi corazón para entrar y sembrar vida. Es
lo que quiero en esta corona de Adviento que pongo ante mis ojos.
Las ramas verdes me hablan de esa vida que nunca
muere. Jesús
es el que vive para siempre en medio de mi propia muerte.
No lo olvido. Viene a mí para salvarme, para
sostenerme. Eso me da esperanza. No dejo de mirar más lejos de mis miedos, de
mis pesares. Dios es más fuerte que todos mis límites.
Adviento es oportunidad
Me pongo en pie al encender esta primera vela. La
primera semana de estos días de Adviento que Dios me regala. Es una oportunidad que
se me da para crecer, para acabar con las sombras que apagan mi luz.
Quiero brillar con una luz propia que surja dentro
de mi alma.
El Adviento comienza así, con el silencio de
esta primera vela. Es un tiempo de luz en medio de esta oscuridad
de la pandemia que vivo.
Cuando no tengo certezas y la inseguridad y el
miedo tienen tanta fuerza. Entonces la luz de las velas irrumpe con fuerza en
mi vida. Cada vez hay más luz.
Quiero dejar que esas velas ardan en mi interior.
Quiero cuidar el fuego del amor de Dios en mí. El amor que me levanta y anima.
El amor que me permite ver la vida de forma diferente.
No quiero que se apague esta luz. Con mis
palabras, con mis buenas obras, con mis gestos de amor, la quiero mantener
encendida. No quiero que se agote la cera. No quiero que se apague el fuego que
acaba con las impurezas.
El amor de Dios es más fuerte que todos mis
miedos. Su luz siembra luz en mi oscuridad. No le tengo miedo a la vida. Sigo
adelante, consciente de mi pobreza, feliz por todo lo que Dios va a hacer
dentro de mí en este Adviento.
Yo puedo ser lámpara encendida, vela que no se
consuma. Puedo
dar esperanza a tantos que viven en la oscuridad de sus miedos y debilidades.
[1]Herbert King, King Nº 2 El Poder del Amor
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia