En aquel tiempo, Juan, llamando a dos de sus discípulos los envió al Señor diciendo:
«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que
esperar a otro?».
Los hombres se presentaron ante él y le dijeron:
«Juan el Bautista nos ha mandado a ti para
decirte: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”».
En aquella hora Jesús curó a muchos de
enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Y respondiendo, les dijo:
«Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído:
los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen,
los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que
no se escandalice de mí!».
PALABRAS DEL SANTO PADRE
"La
Iglesia existe para proclamar, para ser la voz de una Palabra; para ser voz de
su esposo, que es la Palabra. La Iglesia existe para proclamar esta Palabra
hasta el martirio. Un martirio efectuado precisamente por las manos de los
soberbios, los más soberbios de la tierra. Juan habría podido hacerse el
importante, habría podido decir algo sobre sí mismo. Pero nunca lo hizo. Era
muy consciente de ser solo una voz, no la Palabra. ¿Cuál fue el secreto de
Juan? ¿Por qué Juan fue santo y no pecó? Porque nunca se sirvió de la Palabra
sino que se puso al servicio de la Palabra. Nunca quiso convertirse en un
ideólogo y se negó a sí mismo, para que la Palabra pudiera emerger. Y nosotros,
como Iglesia, podemos pedir hoy la gracia de no convertirnos en una Iglesia
ideologizada. [...] Este es el modelo que Juan nos ofrece hoy, para nosotros y
para la Iglesia. Una Iglesia que esté siempre al servicio de la Palabra. Una
Iglesia que nunca tome nada para sí misma. [...] Pidamos la gracia de imitar a
Juan, sin ideas propias, sin tomar al Evangelio como propiedad, para que la
Iglesia sea sólo una voz que indique la Palabra, y esto hasta el martirio. ¡Así
sea!". (Santa Marta 24 de junio de 2013)
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