22.12.20

EVANGELIO DEL DÍA

22 Martes de la IV semana de Adviento 


Evangelio según Lucas 1, 46-56

En aquel tiempo, María dijo:
    «Proclama mi alma la grandeza del Señor,
        “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
        porque ha mirado la humildad de su esclava”.
    Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
        porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
        “su nombre es santo,
        y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
    

Él hace proezas con su brazo:
        dispersa a los soberbios de corazón,
        “derriba del trono a los poderosos
        y enaltece a los humildes,
        a los hambrientos los colma de bienes
        y a los ricos los despide vacíos.
    Auxilia a Israel, su siervo,
        acordándose de la misericordia”
        como lo había prometido a “nuestros padres”
        en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

¿Qué nos aconseja nuestra Madre? Hoy en el Evangelio lo primero que dice es «engrandece mi alma al Señor» (Lc 1, 46). Nosotros, acostumbrados a escuchar estas palabras, quizá ya no hagamos caso a su significado. Engrandecer literalmente significa “hacer grande”, agrandar. María “engrandece al Señor”: no los problemas, que tampoco le faltaban en ese momento, sino al Señor. [...] De aquí surge el Magnificat, de aquí nace la alegría: no de la ausencia de los problemas, que antes o después llegan, sino que la alegría nace de la presencia de Dios que nos ayuda, que está cerca de nosotros. Porque Dios es grande. Y sobre todo, Dios mira a los pequeños. Nosotros somos el punto débil de su amor pues Dios cuida y ama con predilección a los pequeños. ÁNGELUS 15 de agosto de 2020 


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