En aquel tiempo, María
dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
“se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
“su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación
en generación”.
dispersa a los soberbios de corazón,
“derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia”
—como lo había prometido a “nuestros padres”—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
¿Qué nos aconseja
nuestra Madre? Hoy en el Evangelio lo primero que dice es «engrandece mi alma
al Señor» (Lc 1, 46). Nosotros, acostumbrados a escuchar estas palabras, quizá
ya no hagamos caso a su significado. Engrandecer literalmente significa “hacer
grande”, agrandar. María “engrandece al Señor”: no los problemas, que tampoco
le faltaban en ese momento, sino al Señor. [...] De aquí surge el Magnificat,
de aquí nace la alegría: no de la ausencia de los problemas, que antes o
después llegan, sino que la alegría nace de la presencia de Dios que nos ayuda,
que está cerca de nosotros. Porque Dios es grande. Y sobre todo, Dios mira a
los pequeños. Nosotros somos el punto débil de su amor pues Dios cuida y ama
con predilección a los pequeños. ÁNGELUS 15 de agosto de 2020
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