Cercanía espiritual
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| Encuentro de Oración por la Paz (C) Vatican Media |
El
Pontífice ha rogado a Dios su bendición para Bartolomé y todos los miembros de
la Iglesia Ortodoxa reunida “para la Divina liturgia”. Asimismo, señala que
“recordar la caridad, el celo apostólico y la perseverancia de san Andrés es
fuente de ánimo en estos tiempos difíciles”, y “dar gloria a Dios también
fortalece nuestra fe y esperanza” en el Padre.
Promoción de la paz
Rememorando
la presencia del patriarca en el Encuentro
Internacional por la Paz celebrado en Roma el octubre pasado, el Santo
Padre ha sumado los “desafíos que plantea la actual
pandemia” a la guerra y los “conflictos armados” que roban “la vida de
innumerables hombres y mujeres”.
Las
iniciativas nacionales e internacionales de promoción de la paz, apunta, “son
útiles y necesarias”, pero el conflicto nunca cesará “hasta que todas las personas
alcancen una conciencia más profunda” de responsabilidad “como hermanos y
hermanas”. Iglesias cristianas y tradiciones religiosas deben “ofrecer un
ejemplo de diálogo, respeto mutuo y cooperación práctica”.
Compromiso con el diálogo
El
Papa describe la fraternidad experimentada en sus diversos encuentros con el
arzobispo de Constantinopla, un “deseo de mayor cercanía y comprensión entre
los cristianos” ya iniciado por el Patriarcado Ecuménico antes de que las
iglesias “entablaran el diálogo”.
Prueba
de ello, aclara, es la carta encíclica del Santo Sínodo que la Iglesia ortodoxa
dirigió al resto hace 100 años: “Cuando las diversas Iglesias se inspiren en el
amor y lo antepongan a todo lo demás en su juicio sobre los otros y en su
relación con cada uno, podrán, en lugar de aumentar y ampliar las disensiones
existentes, disminuirlas y reducirlas tanto como sea posible”, indica el
antiguo documento.
Plena comunión
En
su mensaje, Francisco da gracias a Dios por el último crecimiento de las
relaciones entre Iglesia Católica y Patriarcado Ecuménico, “incluso mientras
seguimos anhelando el objetivo de la restauración de la plena comunión
expresada a través de la participación en el mismo altar eucarístico”.
Asimismo,
confirma su confianza en “alcanzar esa meta” recorriendo el camino “juntos en
el amor mutuo y persiguiendo el diálogo teológico”, aun con la existencia de
“obstáculos”.
Esta esperanza, concluye, “se basa en nuestra fe común en
Jesucristo, enviado por Dios Padre para reunir a todas las personas en un solo
cuerpo, y la piedra angular de la Iglesia una y santa, el templo santo de Dios,
en el que todos somos piedras vivas, cada uno según su propio carisma
particular o ministerio otorgado por el Espíritu Santo”.
A
continuación, sigue el mensaje completo del Pontífice.
***
Mensaje del Santo Padre
En
la fiesta del apóstol Andrés, querido hermano de san Pedro y patrono del
Patriarcado Ecuménico, transmito con alegría mi cercanía espiritual a Su
Santidad una vez más a través de la delegación. Me uno a usted para dar gracias
a Dios por los ricos frutos de la divina Providencia que se manifiestan en la
vida de san Andrés.
Asimismo,
ruego que, por su poderosa intercesión, nuestro Señor, que lo llamó a estar
entre sus primeros discípulos, bendiga abundantemente a Usted, a sus hermanos
en el episcopado y a los miembros del Santo Sínodo, y a todo el clero, monjes y
fieles laicos reunidos para la Divina Liturgia celebrada en la Iglesia
Patriarcal de San Jorge en el Phanar. Recordar la caridad, el celo apostólico y
la perseverancia de san Andrés es fuente de ánimo en estos tiempos difíciles y
críticos. Dar gloria a Dios también fortalece nuestra fe y esperanza en Aquel
que acogió en la vida eterna al santo mártir Andrés, cuya fe resistió en
tiempos de prueba.
Recuerdo con gran alegría la presencia de Su Santidad en el
encuentro internacional por la paz celebrado en Roma el 20 de octubre pasado,
con la participación de representantes de varias Iglesias y otras tradiciones
religiosas. Junto con los desafíos que plantea la actual pandemia, la guerra
sigue afligiendo a muchas partes del mundo, mientras que nuevos conflictos
armados surgen para robar la vida de innumerables hombres y mujeres.
Sin
duda, todas las iniciativas adoptadas por las entidades nacionales e
internacionales destinadas a promover la paz son útiles y necesarias, pero los
conflictos y la violencia nunca cesarán hasta que todas las personas alcancen
una conciencia más profunda de que tienen una responsabilidad mutua como
hermanos y hermanas. A la luz de esto, las iglesias cristianas, junto con otras
tradiciones religiosas, tienen el deber primordial de ofrecer un ejemplo de
diálogo, respeto mutuo y cooperación práctica.
Con
profunda gratitud a Dios, he experimentado esta fraternidad de primera mano en
los diversos encuentros que hemos compartido. A este respecto, reconozco que el
deseo de una mayor cercanía y comprensión entre los cristianos se manifestó en
el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla antes de que la Iglesia Católica y
otras Iglesias se comprometieran en el diálogo. Puede verse claramente en la
carta encíclica del Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico dirigida a las
Iglesias de todo el mundo hace exactamente cien años.
En
efecto, sus palabras siguen siendo válidas hoy en día: “Cuando las diversas
Iglesias se inspiren en el amor y lo antepongan a todo lo demás en su juicio
sobre los otros y en su relación con cada uno, podrán, en lugar de aumentar y
ampliar las disensiones existentes, disminuirlas y reducirlas tanto como sea
posible; y promoviendo un constante interés fraternal por la condición, la
estabilidad y la prosperidad de las demás Iglesias, por su afán de observar lo
que sucede en ellas y por obtener un conocimiento más exacto de ellas, y por su
disposición a dar, siempre que se presente la ocasión, una mano de ayuda y
asistencia, entonces harán y lograrán muchos bienes para la gloria y el
provecho tanto de ellos mismos como de todo el cuerpo cristiano, y para el
avance de la cuestión de la unión”.
Podemos dar gracias a Dios de que las relaciones entre la
Iglesia Católica y el Patriarcado Ecuménico han crecido mucho en el último
siglo, incluso mientras seguimos anhelando el objetivo de la restauración de la
plena comunión expresada a través de la participación en el mismo altar
eucarístico. Aunque siguen existiendo obstáculos, confío en que caminando
juntos en el amor mutuo y persiguiendo el diálogo teológico, alcanzaremos esa
meta.
Esta
esperanza se basa en nuestra fe común en Jesucristo, enviado por Dios Padre
para reunir a todas las personas en un solo cuerpo, y la piedra angular de la
Iglesia una y santa, el templo santo de Dios, en el que todos somos piedras
vivas, cada uno según su propio carisma particular o ministerio otorgado por el
Espíritu Santo.
Con
estos sentimientos, renuevo mis mejores deseos para la fiesta de san Andrés, e
intercambio con Su Santidad un abrazo de paz en el Señor.
© Librería Editora Vaticana
Gabriel Sales Triguero
Fuente: Zenit






