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Basílica de San Pedro en el Vaticano. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
En esta línea, la Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos recuerda que “entre los numerosos santos y
santas, testigos todos del Evangelio de Jesucristo, puede ser propuesto como
ejemplo san Jerónimo por el gran amor que tuvo a la Palabra de Dios”.
“Como ha recordado recientemente el Papa Francisco, él fue
‘un incansable estudioso, traductor, exégeta, profundo conocedor y apasionado
divulgador de la Sagrada Escritura… Poniéndose a la escucha, Jerónimo se
encontró a sí mismo en la Sagrada Escritura, como también el rostro de Dios y
de los hermanos, y afinó su predilección por la vida comunitaria’”.
A continuación, las diez indicaciones sugeridas por la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos:
1. Por medio de las lecturas bíblicas proclamadas en la liturgia,
Dios habla a su pueblo y Cristo mismo anuncia su Evangelio; Cristo es el centro
y la plenitud de toda la Escritura: Antiguo y Nuevo Testamento. La escucha del
Evangelio, punto culminante de la Liturgia de la Palabra, se caracteriza por
una particular veneración, expresada no solo en los gestos y en las
aclamaciones, sino también en el mismo libro de los Evangelios. Una de
las posibilidades rituales adecuadas para este Domingo podría ser la procesión
de entrada con el Evangeliario o, en ausencia del mismo, su colocación sobre el
altar.
2. La ordenación de las lecturas bíblicas dispuesta por la Iglesia en
el Leccionario suministra el conocimiento de toda la Palabra de Dios. Por eso,
es necesario respetar las lecturas indicadas, sin sustituirlas o suprimirlas, utilizando
versiones de la Biblia aprobadas para el uso litúrgico. La proclamación de los
textos del Leccionario constituye un vínculo de unidad entre todos los fieles
que los escuchan. La comprensión de la estructura y la finalidad de la Liturgia
de la Palabra ayuda a la asamblea de los fieles a recibir de Dios la palabra
que salva.
3. Se recomienda el canto del Salmo responsorial, respuesta de la
Iglesia orante; por eso, se ha de incrementar el servicio del salmista en cada
comunidad.
4. En la homilía se exponen, a lo largo del año litúrgico y
partiendo de las lecturas bíblicas, los misterios de la fe y las normas de vida
cristiana. «Los Pastores son los primeros que tienen la gran responsabilidad de
explicar y permitir que todos entiendan la Sagrada Escritura. Puesto que es el
libro del pueblo, los que tienen la vocación de ser ministros de la Palabra
deben sentir con fuerza la necesidad de hacerla accesible a su comunidad». Los
obispos, presbíteros y diáconos deben empeñarse en realizar este ministerio con
especial dedicación, aprovechando los medios propuestos por la Iglesia.
5. Particular importancia tiene el silencio que, favoreciendo la
meditación, permite que la Palabra de Dios sea acogida interiormente por quien
la escucha.]
6. La Iglesia siempre ha manifestado particular atención a
quienes proclaman la Palabra de Dios en la asamblea: sacerdotes, diáconos y
lectores. Este ministerio requiere una específica preparación interior y
exterior, la familiaridad con el texto que ha de ser proclamado y la necesaria
práctica en el modo de proclamarlo, evitando toda improvisación. Existe la
posibilidad de introducir las lecturas con breves y oportunas moniciones.
7. Por el valor que tiene la Palabra de Dios, la Iglesia invita
a cuidar el ambón desde el cual es proclamada; no se trata de un mueble
funcional, sino del lugar apropiado a la dignidad de la Palabra de Dios, en
correspondencia con el altar: hablamos de la mesa de la Palabra de Dios y del
Cuerpo de Cristo, en referencia tanto al ambón como, sobre todo, al altar. El
ambón está reservado para las lecturas, el canto del Salmo responsorial y el
pregón pascual; desde él se pueden pronunciar la homilía y las intenciones de
la oración universal, y no es aconsejable que se acceda a él para comentarios,
avisos, dirección del canto.
8. Los libros que contienen los textos de la Sagrada Escritura
suscitan en quienes los escuchan la veneración por el misterio de Dios, que
habla a su pueblo. Por eso, se ha de cuidar su aspecto material y su buen uso.
Es inadecuado recurrir a folletos, fotocopias o subsidios en sustitución de los
libros litúrgicos.
9. En los días previos o sucesivos al Domingo de la Palabra de
Dios es conveniente promover encuentros formativos para poner de manifiesto el
valor de la Sagrada Escritura en las celebraciones litúrgicas; puede ser una
ocasión para conocer mejor cómo la Iglesia en oración lee la Sagrada Escritura
con lectura continua, semicontinua y tipológica; cuáles son los criterios de
distribución litúrgica de los diversos libros bíblicos a lo largo del año y en
sus tiempos; la estructura de los ciclos dominicales y feriados de las lecturas
de la Misa.
10. El Domingo de la Palabra de Dios es también una ocasión propicia
para profundizar en el vínculo existente entre la Sagrada Escritura y la
Liturgia de las Horas, la oración de los Salmos y Cánticos del Oficio, las
lecturas bíblicas, promoviendo la celebración comunitaria de Laudes y Vísperas.
Fuente: ACI Prensa