El Papa Francisco, al recibir a los Oficiales del Tribunal de
Rota Romana, en ocasión de la inauguración del Año Judicial, abordó el tema que
“toca buena parte de las decisiones de la Rota de los últimos tiempos”, por un
lado, dijo, “la falta de fe” en muchas uniones conyugales, y por otro, “los
aspectos fundamentales de esta unión que, además de la unión entre hombre y
mujer, incluyen el nacimiento y el don de los hijos y su crecimiento”.
Velar por el
bienestar de la familia
Francisco recordó a
los miembros de la Rota Romana, que es importante sobre todo el bienestar de la
familia, “fruto bendito de la alianza conyugal”, y no puede extinguirse,
señaló, “por la declaración de nulidad, porque el ser familia no puede
considerarse un bien suspendido, en cuanto que es fruto del plan divino, al
menos para la prole generada. Los esposos con los hijos donados por Dios son
esa nueva realidad que llamamos familia”.
El Santo Padre,
recordó que cuando un matrimonio es anulado, la “la parte que no está dispuesta
a aceptar esta medida se encuentra con los hijos en una misma identidad. Por
ello, es necesario considerar qué pasará con los hijos y la “parte que no
acepte la declaración de nulidad”, es necesario, explicó el Papa, que las
declaraciones vayan seguidas de “adecuadas proposiciones de hecho, recordando
siempre que "la familia es la base de la sociedad y sigue siendo la
estructura más adecuada para asegurar a las personas el bien integral necesario
para su desarrollo permanente" (Discurso a la Federación Europea de
Asociaciones Familiares Católicas, 1 de junio de 2017). En consecuencia,
estamos llamados a identificar el camino que conduce a opciones congruentes con
los principios afirmados”.
Considerar a los
hijos en cada decisión
El Pontífice aclaró
que todos somos conscientes de lo arduo que es el paso de los principios a los
hechos. Y que al hablar del “bien integral de las personas, es necesario
preguntarse cómo puede producirse en las múltiples situaciones en las que se
encuentran los hijos”.
El Papa dijo que
después de la declaración de nulidad, la “nueva unión sacramental, será
ciertamente una fuente de paz para el cónyuge que la pidió”. Pero es difícil
explicar a los hijos, la situación de sus padres, por ejemplo, señaló, “su
madre, abandonada por el padre y a menudo no dispuesta a establecer otro
vínculo matrimonial, recibe la Eucaristía dominical con ellos, mientras que el
padre, conviviente o a la espera de la declaración de nulidad del matrimonio,
¿no puede participar en la misa eucarística?”
El Año de la Familia
Amoris laetitia
El tema de la
familia, fue abordado en la Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los
Obispos de 2014 y en la Asamblea General Ordinaria de 2015, el Pontífice
recordó que los Padres Sinodales, se plantearon estas preguntas, comprendiendo
también que es difícil, a veces imposible, ofrecer respuestas. “Sin embargo,
las preocupaciones de los Padres sinodales y la solicitud maternal de la
Iglesia ante tanto sufrimiento han encontrado un instrumento pastoral útil en
la exhortación apostólica Amoris laetitia. En este documento se dan
indicaciones claras para que nadie, especialmente los pequeños y los que
sufren, se quede solo o sea tratado como un medio de chantaje entre padres
divididos (cf. Exhortación Apostólica Amoris laetitia, 241)”.
Francisco recordó que
el próximo 19 de marzo comenzará el "Año de la Familia Amoris
laetitia". Y la Sacra Rota aporta, con su trabajo, una valiosa contribución
a este “camino eclesial con las familias y por la familia”.
La decisión de los
jueces en el Tribunal de la Rota Romana
El Papa pidió a los
jueces, al Tribunal Apostólico, y demás Tribunales de la Iglesia, que
"los procedimientos de reconocimiento de las causas de nulidad sean más
accesibles y ágiles, a ser posible completamente gratuitos" (ibid., 244).
La Iglesia es madre, afirmó, y los jueces tienen un ministerio eclesial y están
llamados a abrirse a los horizontes de la labor pastoral que “tiene que ver con
la preocupación por los niños, como víctimas inocentes de tantas situaciones de
ruptura, divorcio o nuevas uniones civiles (cf. ibíd., 245)”.
Los jueces tienen que
ejercer su “misión de jueces como un servicio cargado de sentido pastoral, que
nunca puede faltar en la delicada decisión sobre la nulidad o no de una unión
conyugal. A menudo se piensa en la declaración de nulidad matrimonial como un
acto frío de mera decisión jurídica. Pero no es ni puede ser así. Los juicios
del juez eclesiástico no pueden prescindir de la memoria, hecha de luces y
sombras, que han marcado una vida, no sólo de los dos cónyuges sino también de
los hijos”.
El Papa los alentó a
no cansarse en dedicar toda la atención y el cuidado a la familia y al
matrimonio cristiano: “aquí se invierte gran parte de la solicitud por el bien
de las Iglesias particulares”. Y pidió que “el Espíritu Santo, al que invocan
antes de cada decisión a tomar sobre la verdad del matrimonio, los ilumine y
los ayude a no olvidar los efectos de tales actos: en primer lugar, el bien de
los hijos, su paz o, por el contrario, la pérdida de la alegría ante la
separación. Que la oración y el compromiso común pongan de relieve esta
realidad humana, a menudo sufrida: una familia que se divide y otra que, como
consecuencia, se forma, socavando aquella unidad que hizo la alegría de los
hijos en la unión anterior”.
La familia acompañada
por su obispo
Por último, exhortó a
cada Obispo -constituido por Cristo como Padre, Pastor y Juez en su propia
Iglesia- a estar cada vez más abierto al desafío relacionado con este tema. Que
cada obispo lleve a cabo un “camino eclesiológico y pastoral necesario,
orientado a no permitir que se haga sólo la intervención de las autoridades
civiles a los fieles que sufren juicios no aceptados y sufridos”.
Francisco señaló que
es más urgente que nunca que los colaboradores del Obispo, en particular el
Vicario Judicial, los agentes de la pastoral familiar y especialmente los
párrocos, se esfuercen por ejercer esa diaconía de protección, cuidado y
acompañamiento del cónyuge abandonado y, eventualmente, de los hijos que sufren
las decisiones, por justas y legítimas que sean, de nulidad matrimonial.
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
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