15 - Viernes de la I semana del Tiempo Ordinario
Evangelio según
Marcos 2, 1-12
Cuando a los
pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la
puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre
cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre
encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde
yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban
para sus adentros:
«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede
perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?».
«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al
paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate, coge la camilla
y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene
autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-:
“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu
casa”».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y
salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La alabanza es la
prueba de que creo que Jesucristo es Dios en mi vida, que fue enviado a mí para
perdonarme: Si tengo la capacidad de alabar a Dios, de darle gloria al Señor,
es porque recibo una capacidad que me es donada gratuitamente, pues la alabanza
es gratuita y es un sentimento que nos infunde el Espíritu Santo y que nos
lleva a decir: "!Tú eres el único Dios!" (Santa Marta - 15 de enero
de 2016)
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