—¿Cuáles son los desafíos de la Iglesia durante el año 2021? La covid
nos ha marcado desde el mes de marzo pero seguro que este año hay más retos que
destacar…
—Precisamente nuestra vida social está marcada ahora mismo por la vacuna
que tanto ansiamos…
—Ante el esfuerzo que se ha hecho
para crear la vacuna podría surgir alguna preocupación porque siempre nos han
dicho que para hacer una vacuna se necesitaba mucho tiempo. Ahora nos dicen que
se necesita menos, pero los organismos que tienen la responsabilidad de decir
que las vacunas son seguras lo han dicho, y la emergencia que vivimos es de tal
magnitud que yo creo que sí que tenemos que aceptar esta propuesta de
vacunarnos. Luego está la otra cuestión, es cómo sumar esfuerzos para que la
distribución de las vacunas sea lo mas rápida y equitativa posible. Una vez
más, es oportuno hacer un llamamiento a unir esfuerzos desde la iniciativa
social, la iniciativa pública, sanitarios que estén jubilados pero que puedan
colaborar en este campo, el Ejército, incluso la sanidad veterinaria, para que
pudieran incorporarse a la campaña de vacunación. Y además, otro aspecto
importante y actual es que España debe colaborar para que países empobrecidos
tengan acceso a las vacunas.
—Este clima de colaboración y de trabajo por el bien común que en este
momento tanto necesitamos, ¿no contrasta con los últimos meses del pasado
año cuando se aprobaron algunas leyes sin el consenso social esperado?
—Desde luego ha habido dos puntos
de referencia este último año a la hora de valorar esta colaboración de la que
hablábamos. En primer lugar, la Ley de Educación que es uno de los pilares del
estado de bienestar y por otro lado, la Ley de Eutanasia. Justo en el momento
en el que más estamos apostando por el cuidado de la vida, con la vacunación de
los ancianos, cuando en este tiempo de Navidad hemos recordado a tantos
familiares que a causa de la pandemia han fallecido en soledad, familias que no
han podido hacer su duelo… Hemos visto la importancia de cuidar la vida y de
hacer del cuidado de la vida un pilar y fundamento de nuestra propia
civilización que tiene en la dignidad de la persona los puntos de apoyo más
importantes. Entonces, en estos momentos, cuando se escucha que no se quiere
integrar a los hospitales privados en el proceso de vacunación o diferenciar la
escuela pública y concertada… Contrasta. Tendríamos que estar todos unidos en
la defensa de la vida, trabajar por acabar con el sufrimiento y no con la vida
del que sufre… Este momento puede ser el idóneo para colaborar a favor del bien
común teniendo la dignidad de la persona como referente. Sería trabajar en
ambos polos: la defensa del bien común y desde ahí sumar esfuerzos desde
cualquiera que fuera nuestra posición.
—Desde luego han sido dos leyes que han supuesto un descontento de una
buena parte de la sociedad. ¿Han obtenido respuesta a la propuesta que la CEE
presentó al Ministerio con respecto a la asignatura de Religión? De manera no
oficial sí la han calificado como «novedosa».
—No, respuesta oficial no ha
habido. La novedad de esta propuesta es que sigue defendiendo la oportunidad de
la enseñanza religiosa en la escuela como formación importante y además, dentro
de un ámbito o área educativa que puede tener una programación común con todo lo
que tiene que ver con el humanismo, los valores. Después podría haber
propuestas propias y otras en común para las diversas confesiones religiosas
que además favorecería que en la propia escuela pudiera dialogarse. Algo muy
importante, porque el diálogo no supone «meter en un armario» las certezas de
cada uno, sino que cada uno las cultiva en su ámbito, con su referencia y
convicciones religiosas y morales, pero que luego se comparte. Esta propuesta
lleva consigo el creer que es posible el encuentro sin renunciar a las
perspectivas de fe y de moral que cada uno tiene. No obstante, en este punto y
con la Ley aprobada, es muy difícil que nuestra propuesta salga adelante
teniendo en cuenta que en el conjunto de la Ley ni siquiera se ha aceptado esta
colaboración ni tampoco se ha aceptado a la concertada como parte del espacio
público y presencia legítima para el bien común. No cabe duda de que hay que
seguir estando presentes sin renunciar a lo que pueda ser una defensa de los
padres, centros, familias y en lo que concierte a la asignatura de Religión.
(Continuará mañana)
Por Sara de la Torre, José Ignacio
Rivarés, Ricardo Morales y Silvia Rozas
Fuente: Revista Ecclesia