29 – Enero. Viernes de la III semana del tiempo ordinario
Evangelio según Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él
duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin
que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos,
luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la
hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un
grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero
después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa
ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su
entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo
explicaba todo en privado.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Podemos tener confianza, porque la Palabra de Dios es
palabra creadora, destinada a convertirse en «el grano maduro en la espiga» (v.
28). Esta Palabra si es acogida, da ciertamente sus frutos, porque Dios mismo
la hace germinar y madurar a través de caminos que no siempre podemos verificar
y de un modo que no conocemos (cf. v. 27). Todo esto nos hace comprender que es
siempre Dios, es siempre Dios quien hace crecer su Reino —por esto rezamos
mucho «venga a nosotros tu Reino»—, es Él quien lo hace crecer, el hombre es su
humilde colaborador, que contempla y se regocija por la acción creadora divina
y espera con paciencia sus frutos. ÁNGELUS 14 de junio de 2015
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