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CC / Le Passant |
Fue un hombre
que confió siempre en
Dios a pesar de las numerosas dificultades que tuvo por
delante: conocer el embarazo de la Virgen sin saber que venía de Dios, y que el
que naciera sería llamado Hijo de Dios, y que le pondría por nombre Emmanuel.
Dios utilizó a
sus ángeles para
comunicar su voluntad a José: la revelación de la virginidad de María, la huida
a Egipto, la vuelta de Egipto. Él siempre confió en Dios.
Hasta cuando
“perdió” a Jesús en Jerusalén y tras tres días de búsqueda, junto con María su
esposa, lo encontró en el Templo hablando con los doctores de la Ley.
Un joven artesano
José de Nazaret,
además, aunque no lo dicen los evangelios, fue un hombre joven, no un viejo como a
veces lo pintan para resaltar la virginidad de María de Nazaret.
Para hacer lo que
hizo José se necesitaba envergadura, sentido de la iniciativa, mucha firmeza,
no doblarse ante ninguna dificultad. Tal fue su obediencia. No una
obediencia ciega, sino con sentido de iniciativa
y responsabilidad.
Dios quiso que el
que tenía que hacer de padre
de su Hijo Jesús (y fue un verdadero padre), no fuera un
hombre de alcurnia, que vivía en palacios, o que formara parte de la
aristocracia sacerdotal de la época. Lejos de eso.
Era, dicen los
evangelios, un artesano (faber), un trabajador como
tantos otros en su tiempo. Con buen temple, con alegría y buen humor.
Además, tenía
iniciativa y era un hombre trabajador.
Cuando se desplazó a Belén y después a Egipto y finalmente a Nazaret, no podía
alimentar a su familia de la caridad, sino de su trabajo.
Seguramente
instaló talleres en Belén y Egipto, y finalmente en Nazaret. Todo ello requiere
una gran adaptabilidad a la voluntad de Dios y vivir en cada momento en el
ambiente que le tocó vivir, sin quejarse que si los egipcios, los de Belén, son
esto o lo otro, que tienen trato difícil y costumbres distintas.
No se quejó, se
adaptó.
Un hombre con una clara misión
Él, José de
Nazaret, sabía que la gracia de Dios no le iba a faltar. Además, debió ser una
persona simpática, de trato muy agradable, que se hacía querer.
Nunca
olvidó su misión
principal: cuidar de María su esposa y del Niño Jesús al
que enseñó el oficio de artesano. Y siempre lo hizo, dice el Papa, con “ternura”.
No sabemos
cuántos años vivió José de Nazaret. Sí podemos intuir su dulce muerte, al lado de
Jesús y de María, que lo cuidaron hasta el último aliento de su vida.
Solo sabemos que
José había ya fallecido al empezar Jesús su vida pública.
Un santo muy querido
La carta
apostólica del papa Francisco convocando un año dedicado a san José
incrementará sin duda mucho la devoción a José de Nazaret.
Él fue proclamado
santo patriarca de la Iglesia católica por el beato papa Pío IX hace 150 años,
en la fiesta de la Inmaculada Concepción. Fue 16 años después de proclamar, el
mismo Papa, el dogma de la Inmaculada (1854).
El papa Francisco
tiene, en su habitación, una imagen de san José durmiendo y debajo de la cual
va colocando papeles. Él mismo explica: “Cuando tengo un problema, una
dificultad, la pongo debajo de san José para que lo arregle”. San José
durmiendo “cuida a la Iglesia”.
Invocado en todo tipo de
necesidades
Porque san José es intercesor de todo: de las familias, de los esposos, de la buena muerte, de la Iglesia Universal, de las vocaciones laicales y religiosas, de los sacerdotes, custodio de las vírgenes, de muchísimas instituciones eclesiásticas y religiosas.
Quien divulgó
mucho la devoción a san José fue Santa
Teresa de Ávila, entre otros muchos santos y santas.
Explicó la santa que la devoción a san José le venía desde que era pequeñita,
de su madre.
Dijo que acudía a
san José con frecuencia, y le llamaba su abogado e intercesor, y que le concedía cuanto le pedía.
Los carmelitas han sido unos grandes difusores de la devoción al santo
patriarca.
Año de san José
Con este Año de
San José convocado por el papa Francisco en su Carta Apostólica “PatrisCorde”
(Corazón de Padre) –que hay que leer porque es bonita—, no pocos se plantearán
la pregunta ¿quién era realmente san José?
¿Qué clase de
hombre era? ¿Cómo vivió en su tiempo? ¿Cuál era la misión que Dios le confió?
Nosotros, desde las páginas de Aleteia,
propusimos, el 19 de marzo de 2015 (hace más de cinco años), que el Papa
dedicara un año a san José. Se lo merecía. ¡Gracias!
En el Año Santo
dedicado a san José aumentará la piedad popular a este santo como patrono,
patriarca, modelo como padre y esposo, modelo como trabajador y dócil a Dios en
las adversidades.
De la tierra al cielo
Pasó muchas
adversidades, pero era un hombre sencillo, que quería cumplir la voluntad de
Dios. Por eso, el papa Francisco nos propone aumentar nuestra piedad, nuestro
trato personal con san José.
¿Está san
José en cuerpo y alma a los cielos? Algunos santos, como san Juan XXIII, creían que
san José resucitó y se encuentra en cuerpo y alma en el cielo (homilía el 26 de
mayo de 1960, con motivo de la canonización de san Gregorio Barbarigo). El Papa
aclaró que él lo creía así en su interior, pero no anunciaba doctrina alguna.
También lo creían
el teólogo español Francisco
Suárez, san
Pedro Damián, san Bernardino de Siena, san Francisco de Sales, san Alfonso
María de Ligorio, la venerable Madre María Jesús de Ágreda, Bossuet, san
Enrique de Ossó y Cervelló y tantos otros.
La Sagrada
Familia en cuerpo y alma a los cielos. ¿Por qué no?
Y un dato más
para la historia. El día en que el beato Pío IX nombró a san José Patrono de la
Iglesia universal, unos energúmenos se fueron a la residencia romana del Papa y
gritaron “¡Muerte al Papa!”. ¡Qué rabia tenía el diablo!
Salvador Aragonés
Fuente:
Aleteia