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El Papa Francisco en la Audiencia General Foto: Vatican Media |
Al continuar con su serie de catequesis sobre la oración, el Santo
Padre señaló que “quien reza
es como un enamorado: lleva siempre en el corazón a la persona
amada, vaya donde vaya. Por eso, podemos rezar en cualquier momento, en los
acontecimientos de cada día: en la calle, en la oficina, en el tren; con
palabras o en el silencio de nuestro corazón”.
Además, el Pontífice subrayó que “también en la inteligencia
humana hay un aspecto orante; esta, de hecho, es una ventana asomada al
misterio: ilumina los pocos pasos que están delante de nosotros y después se
abre a la realidad toda entera, esta realidad que la precede y la supera”.
“La oración cristiana infunde en el corazón humano una esperanza invencible:
cualquier experiencia que toque nuestro camino, el amor de Dios puede
convertirlo en bien”, añadió.
Luego, el Papa citó el Catecismo de la Iglesia Católica para
explicar que “aprendemos a orar en ciertos momentos escuchando la Palabra del
Señor y participando en su Misterio Pascual; pero, en todo tiempo, en los
acontecimientos de cada día, su Espíritu se nos ofrece para que brote la
oración”.
En esta línea, el Santo Padre destacó que “el tiempo está en las manos del Padre;
lo encontramos en el presente, ni ayer ni mañana, sino hoy” y agregó que “no
existe otro maravilloso día que el hoy que estamos viviendo. La gente que vive
pensando siempre en el futuro, ‘el futuro será mejor’, y no recibe el hoy como
viene, es gente que vive en la fantasía, no sabe recibir lo concreto del real,
el hoy es real, el hoy es concreto, y la oración se da en el hoy, Jesús viene a
nuestro encuentro hoy, este hoy que estamos viviendo”.
“Es la oración quien lo transforma en gracia, o mejor, que nos transforma: calma la ira,
mantiene el amor, multiplica la alegría, infunde la fuerza de
perdonar”, señaló el Papa.
“No se olviden: reciban el hoy. Y pensemos cuando te viene un
pensamiento de rabia, de descontento… detente… ‘Señor dónde estás, dónde estoy
yendo yo’. El Señor está allí, el Señor te dará la palabra correcta, el consejo
para ir hacia adelante sin ese zumo amargo de lo negativo, porque siempre la
oración, usando una palabra profana, es positiva, siempre te lleva hacia
adelante”, agregó.
En este sentido, el Santo Padre indicó que “cada día que empieza,
si es acogido en la oración, va acompañado de valentía, de forma que los
problemas a afrontar sean estorbos a nuestra felicidad, sino llamadas de
Dios, ocasiones
para nuestro encuentro con Él. Cuando uno está acompañado del
Señor se siente más valiente, más libre, también más feliz”.
“Por tanto, recemos siempre por todo y por todos, también por los
enemigos ¿eh? Jesús nos ha aconsejado esto, recen por los enemigos. Recemos por
nuestros seres queridos, pero también por aquellos que no conocemos; recemos
incluso por nuestros enemigos, como a menudo nos invita a hacer la Escritura”,
invitó.
De este modo, el Papa subrayó que “la oración dispone a un amor
sobreabundante” por lo que exhortó a rezar “sobre todo por las personas
infelices, por aquellos que lloran en la soledad y desesperan porque todavía
haya un amor que late por ellos” ya que “la
oración realiza milagros”.
“La oración de un cristiano ha hecho presente la compasión de
Jesús: Él de hecho miraba con gran ternura a la multitud cansada y perdida como
ovejas sin pastor. El Señor es, no olvidemos, el Señor de la compasión, de la
cercanía, de la ternura. Tres palabras para no olvidar… porque es el estilo del
Señor: cercanía, compasión y ternura”, recordó.
Finalmente, el Santo Padre explicó que “la oración nos ayuda a amar a los
otros, a pesar de sus errores y sus pecados” y lamentó que “es
una vida fea la de las personas que están siempre juzgando, condenando, es una
vida fea, infeliz, cuando Jesús vino para salvarnos”.
“Abre tu
corazón, perdona a los otros, entiende. Sé también tú cercano a
los otros, ten compasión, como Jesús. Es necesario querer a todos y cada uno
recordando, en la oración, que todos somos pecadores y al mismo tiempo amados
por Dios uno a uno. Amando así este mundo, amándolo con ternura, descubriremos
que cada día y cada cosa lleva escondido en sí un fragmento del misterio de
Dios”, concluyó el Papa.