La pandemia de coronavirus que
afecta al mundo desde hace más de un año está agudizando otras crisis previas.
En concreto, según explicó el
Papa Francisco este lunes 8 de febrero en su discurso ante los miembros del
Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, son cinco las crisis
agravadas por la pandemia: la crisis sanitaria, la crisis ambiental, la crisis
económica, la crisis política y la crisis de las relaciones humanas.El Papa Francisco saluda a los embajadores acreditados ante
la Santa Sede. Foto: Vatican Media
El Santo Padre presidió este
encuentro, que debería haberse celebrado el pasado 25 de enero pero que debió
aplazarse debido al empeoramiento de la pandemia, en el Aula de las Bendiciones
del Palacio Apostólico del Vaticano, un salón lo suficientemente amplio como
para poder acoger a todos los diplomáticos manteniendo la distancia de
seguridad para evitar contagios.
El Pontífice señaló que la pandemia deja “tras de sí una carga de miedo, desánimo y desesperación, junto con muchos lutos. Esto ha puesto a las personas en una espiral de desapego y sospecha mutua, e impulsado a los Estados a construir barreras”.
Como consecuencia, “el mundo
interconectado al que estábamos acostumbrados ha dado paso a un mundo que una
vez más está fragmentado y dividido”.
Crisis sanitaria
El Papa explicó que “la pandemia
nos ha puesto con gran fuerza frente a dos dimensiones ineludibles de la
existencia humana: la enfermedad y la muerte”.
Precisamente por esta razón, “nos
recuerda el valor de la vida, de cada vida humana y de su dignidad, en todo
momento de su itinerario terrenal, desde la concepción en el seno materno hasta
su conclusión natural”.
Desafortunadamente, “duele
constatar que, con el pretexto de garantizar supuestos derechos subjetivos, un
número cada vez mayor de legislaciones de todo el mundo parecen distanciarse
del deber esencial de proteger la vida humana en todas sus etapas”, lamentó el
Santo Padre.
Asimismo, “la pandemia nos
recuerda también el derecho al cuidado, que es prerrogativa de todo ser
humano”.
Por ello, “si se suprime el
derecho a la vida de los más débiles, ¿cómo se podrán garantizar efectivamente
todos los demás derechos?”, planteó el Papa. Desde esta perspectiva, “renuevo
mi llamado para que se le ofrezca a cada persona humana el cuidado y la asistencia
que necesita”.
En ese contexto, el Papa repitió
su llamado a que las “vacunas que se perfilan eficaces contra el coronavirus,
beneficien a toda la humanidad”.
En cualquier caso, añadió, “ante
un enemigo tan insidioso e imprevisible como el COVID-19, la accesibilidad de
las vacunas debe ir siempre acompañada de comportamientos personales
responsables destinados a evitar la propagación de la enfermedad, mediante las
medidas preventivas necesarias a las que nos hemos acostumbrado en estos
meses”.
“Sería fatal depositar nuestra
confianza sólo en la vacuna, como si fuera una panacea que nos eximiera del
constante compromiso personal por la propia salud y la de los demás”, aseguró.
Crisis ambiental
El Papa Francisco subrayó que
“hay profundas diferencias entre la crisis sanitaria provocada por la pandemia
y la crisis ecológica causada por la explotación indiscriminada de los recursos
naturales. Esta última tiene una dimensión mucho más compleja y permanente, y
requiere soluciones compartidas a largo plazo”.
“La solución de estas crisis
requiere la colaboración internacional en el cuidado de nuestra casa común. Por
lo tanto, espero que la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Clima (COP26), programada en Glasgow el próximo mes de noviembre, permita
llegar a un acuerdo efectivo para afrontar las consecuencias del cambio
climático. Este es el momento de actuar, pues estamos ya advirtiendo los
efectos de una prolongada inacción”.
Crisis económica y social
El Pontífice llamó la atención
sobre las “graves repercusiones en el desempleo para las empresas,
especialmente las pequeñas y medianas, y como consecuencia en la vida de las
familias y de sectores enteros de la sociedad, en modo particular los más
débiles”.
“La crisis económica que siguió
ha puesto de relieve otra enfermedad que nos afecta actualmente: la de una
economía basada en la explotación y el descarte tanto de las personas como de
los recursos naturales”, advirtió.
La crisis actual es, por tanto,
“una ocasión propicia para replantear la relación entre la persona y la
economía. Lo que se necesita es una especie de “nueva revolución copernicana”
que ponga la economía al servicio del hombre y no al revés”.
Sobre la lacra de la explotación,
señaló que la crisis “ha afectado particularmente a quienes trabajan en los
sectores informales, que fueron los primeros en ver desaparecer sus medios de
subsistencia”.
“Al vivir fuera de los márgenes
de la economía formal, ni siquiera tienen acceso a los amortiguadores sociales,
incluidos el seguro de desempleo y la asistencia sanitaria. Así pues, empujados
por la desesperación, muchos han buscado otras formas de ingresos, exponiéndose
a la explotación mediante el trabajo ilegal o forzado, la prostitución y
diversas actividades delictivas, incluida la trata de personas”, lamentó.
Por ello, “es necesario que se
asegure a todos la estabilidad económica para evitar la lacra de la
explotación”.
Se refirió también al problema de
los delitos cibernéticos, que han aumentado durante los períodos de
confinamiento decretados para contener el virus.
“El hecho de haber pasado más
tiempo en casa también ha dado lugar a períodos más largos de alienación frente
a las computadoras y otros medios de comunicación, con graves consecuencias
para los más vulnerables, especialmente los pobres y los desempleados. Son
presa más fácil del delito cibernético en sus aspectos más deshumanizantes,
desde el fraude hasta la trata de personas, la explotación de la prostitución,
incluida la de menores, y la pornografía infantil”.
Asimismo, el Papa se refirió
también cómo la pandemia ha afectado a los derechos de los migrantes. “El
cierre de las fronteras a causa de la pandemia, junto con la crisis económica,
también ha acentuado diversas emergencias humanitarias, tanto en las zonas de
conflicto como en las regiones afectadas por el cambio climático y la sequía,
al igual que en los campos para refugiados y migrantes”.
Explicó que en 2020 se registró
un “aumento de los migrantes que, a causa del cierre de fronteras, tuvieron que
acudir a itinerarios cada vez más peligrosos”.
Asimismo, “el flujo masivo
encontró un incremento del número de las expulsiones ilegales, a menudo
llevadas a cabo para impedir que los migrantes pidan asilo, violando el
principio de no expulsión. Muchos son interceptados y repatriados en campos de
acogida y de detención, donde sufren torturas y violaciones de los derechos
humanos, cuando no encuentran la muerte atravesando mares y otras fronteras
naturales”.
Frente a este drama, “los
corredores humanitarios, implementados en el curso de los últimos años,
contribuyen ciertamente a afrontar algunas de las problemáticas mencionadas,
salvando numerosas vidas. Sin embargo, la magnitud de la crisis hace cada vez
más urgente erradicar las causas que obligan a emigrar, como también exige un esfuerzo
común para apoyar a los países de primera acogida, que se hacen cargo de la
obligación moral de salvar vidas humanas”.
Finalmente, sobre la crisis
económica el Papa se mostró crítico con las sanciones económicas impuestas a
algunos países, ya que han agravado las crisis humanitarias.
Las sanciones, aseguró, “terminan
en su mayor parte por repercutir principalmente en los sectores más débiles de
la población, más que en los responsables políticos. Por lo tanto, aun
comprendiendo la lógica de las sanciones, la Santa Sede no ve su eficacia y
espera su relajación, también para favorecer el flujo de ayudas humanitarias,
sobre todo de medicamentos e instrumentos sanitarios, sumamente necesarios en
este tiempo de pandemia”.
Crisis política
La crisis política, afirmó el
Santo Padre, se caracteriza por “el crecimiento de las contraposiciones
políticas y la dificultad, por no decir la incapacidad, de encontrar soluciones
comunes y compartidas a los problemas que aquejan a nuestro planeta”.
En medio de esta crisis, el
principal reto en este momento histórico es “mantener vivas las realidades
democráticas”.
Destacó que “el desarrollo de una
conciencia democrática exige que se superen los personalismos y prevalezca el
respeto del estado de derecho”.
A raíz de esa idea, el Papa se
refirió a la situación en Myanmar (antigua Birmania), donde en los últimos días
se ha producido un golpe de estado militar.
“El camino hacia la democracia
emprendido en los últimos años se vio bruscamente interrumpido por el golpe de
estado de la semana pasada. Esto ha provocado el encarcelamiento de varios
dirigentes políticos, que espero sean liberados rápidamente, como estímulo al
diálogo sincero por el bien del país”, fue el llamado del Papa.
Argumentó que “uno de los signos
de la crisis de la política es justamente la reticencia que a menudo se
verifica para iniciar procesos de reforma”.
Insistió en que “no hay que tener
miedo a las reformas, incluso si exigen sacrificios y no pocas veces un cambio
de mentalidad. Todo cuerpo vivo necesita reformarse continuamente y en esta
perspectiva se encuentran también las reformas que implican a la Santa Sede y
la Curia Romana”.
De todos modos, “no faltan
igualmente signos alentadores, como la entrada en vigor, hace algunos días, del
Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, así como la prórroga por otros
cinco años del Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (el llamado
Nuevo START) entre la Federación Rusa y los Estados Unidos de América”.
Sin embargo, el Papa pidió que
ese esfuerzo de desarme y control de armamento siga avanzando: “El esfuerzo en
el ámbito del desarme y de la no proliferación de los armamentos nucleares,
que, si bien entre dificultades y reticencias, es necesario intensificar,
debería efectuarse igualmente en lo que se refiere a las armas químicas y a las
armas convencionales. Hay demasiadas armas en el mundo”.
Luego, se refirió también al caso
del conflicto sirio y expresó su deseo de que 2021 sea el año en que finalice
dicha guerra.
“Para que eso suceda, se necesita
un renovado interés también de parte de la Comunidad internacional para
afrontar con sinceridad y valentía las causas del conflicto y buscar soluciones
por medio de las cuales todos, independientemente de la pertenencia étnica y
religiosa, puedan contribuir como ciudadanos al futuro del país”.
Además, hizo extensible ese deseo
de paz a Tierra Santa: “La confianza recíproca entre israelíes y palestinos
debe ser la base para un renovado y decisivo diálogo directo entre las partes
que resuelva un conflicto que perdura desde hace demasiado tiempo”.
Del mismo modo, “espero un
renovado compromiso político nacional e internacional para favorecer la
estabilidad del Líbano, que está atravesado por una crisis interna y corre el
riesgo de perder su identidad y de encontrarse aún más comprometido por las
tensiones regionales”.
Destacó que “los cristianos
constituyen el tejido conector histórico y social del Líbano y a ellos, a
través de las múltiples obras educativas, sanitarias y caritativas, se les ha
de asegurar la posibilidad de continuar trabajando por el bien del país, del
que han sido fundadores. Debilitar la comunidad cristiana puede destruir el
equilibrio interno y la misma realidad libanesa”.
También expresó su deseo de paz
“para Libia, devastada desde hace mucho tiempo por un conflicto”.
El Papa tampoco quiso olvidar
“otra grave plaga de nuestro tiempo: el terrorismo, que cada año se cobra
numerosas víctimas en todo el mundo entre la población civil indefensa”.
“Mi pensamiento se dirige a todas
las víctimas y a sus familias, a quienes les fueron arrancadas personas
queridas por una violencia ciega, motivada por distorsiones ideológicas de la
religión. Además, los objetivos de tales ataques son con frecuencia los lugares
de culto, donde se reúnen los fieles en oración”.
A este respecto, “quisiera
destacar que la protección de los lugares de culto es una consecuencia directa
de la defensa de la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, y es
un deber para las autoridades civiles, independientemente de la tendencia
política o de la pertenencia religiosa”.
Crisis de las relaciones humanas
La última crisis a la que se
refirió el Papa es el de las relaciones humanas: “La pandemia, que nos ha
obligado a largos meses de aislamiento y muchas veces de soledad, ha hecho
emerger la necesidad de relaciones humanas que tiene cada persona. Pienso sobre
todo en los estudiantes, que no han podido ir regularmente a la escuela o a la
universidad”.
El Pontífice lamentó que
“asistimos a una suerte de ‘catástrofe educativa’, ante la que no podemos
permanecer inertes, por el bien de las generaciones futuras y de la sociedad en
su conjunto”.
Se refirió también a los
problemas de convivencia familiar producidos en algunos casos debido a los
confinamientos.
“No todos han podido vivir con
serenidad en la propia casa y algunas convivencias han degenerado en violencia
doméstica. Exhorto a todos, autoridades públicas y sociedad civil, a ofrecer
ayuda a las víctimas de la violencia en la familia. Sabemos que lamentablemente
son las mujeres, a menudo junto con sus hijos, quienes pagan el precio más
alto”.
Por otro lado, “las exigencias
para contener la difusión del virus también se ramificaron sobre diversas
libertades fundamentales, incluida la libertad de religión, limitando el culto
y las actividades educativas y caritativas de las comunidades de fe”.
Sin embargo, “no debemos pasar
por alto que la dimensión religiosa constituye un aspecto fundamental de la
personalidad humana y de la sociedad, que no puede ser cancelado; y que, aun
cuando se está buscando proteger vidas humanas de la difusión del virus, la
dimensión espiritual y moral de la persona no se puede considerar como
secundaria respecto a la salud física”.
“La libertad de culto no
constituye un corolario de la libertad de reunión”, explicó el Papa, “sino que
deriva esencialmente del derecho a la libertad religiosa, que es el primer y
fundamental derecho humano”.
“Por eso”, concluyó el Pontífice,
“es necesario que sea respetada, protegida y defendida por las autoridades
civiles, como la salud y la integridad física. Además, un buen cuidado del
cuerpo nunca puede prescindir del cuidado del alma”.
Fuente: ACI Prensa