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14.2.21
EVANGELIO DEL DÍA (Video)
14 – Febrero. Domingo VI del
Tiempo Ordinario
Evangelio según san Marcos 1,
40-45
En aquel tiempo, se acercó a
Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió,
encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y
ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de
testimonio».
Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo
que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera,
en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
El padre Francisco Díaz S.J.
comenta el Evangelio dominical del 14 de febrero correspondiente al VI Domingo
del Tiempo Ordinario (Ciclo B), según San Marcos 1, 40-45, que relata la
curación de Jesús a un leproso.
COMENTARIO
El Evangelio de hoy necesita que
retrocedamos unos versículos para comprender de dónde viene Jesús. Recordemos
que ha entrado en una sinagoga y ha expulsado a un espíritu inmundo. Al salir
de la sinagoga, ha ido a la casa de Simón y Andrés, en donde le han llevado a
toda clase de enfermos y ha sanado a muchos. Después de orar en solitario, se
pone de nuevo en camino recorriendo las calles de toda Galilea. En estas
circunstancias es que aparece el leproso y, tras arrodillarse, le suplica que
lo sane.
Recordemos que los que gozaban de
buena salud, se les consideraba bendecidos por Dios y, por el contrario, a los
enfermos y especialmente a los leprosos, se les decía portadores de maldición.
Jesús, conociendo las leyes de pureza y de sanidad de su época, se pone en
camino y se aproxima a los últimos de los últimos, a los más abandonados y
marginados. Por eso el leproso, al tenerlo cerca, se atreve a suplicarle que lo
sane. Jesús va en contra de todas las leyes religiosas y sociales y, no
solamente lo sana, sino que lo toca.
El simple hecho de tocar a un
leproso implicaba considerar a Jesús como contaminado. Pero nuestro Maestro
sigue actuando, quebrantando esas leyes religiosas y sociales que condenan la
bondad y prohíben la misericordia.
Como si de una gran lección se tratara, Jesús le pide al leproso que se
presente ante un sacerdote en el templo para que este lo integre de nuevo a la
comunidad. Este es el mesianismo de nuestro Señor, que nos invita a estar
constantemente más cerca de la miseria humana para conocerla y transformarla.