7 – Febrero. Domingo V del Tiempo
Ordinario
Evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús
de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra
de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se
acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a
servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y
endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos
enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo
conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar
solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y,
al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que
para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los
demonios.
COMENTARIO
En el Evangelio (Mc 1,29-39) de
este domingo 7 de febrero, Jesús se encuentra con personas limitadas en su
actividad y libertad. El relato muestra que en la “casa de Pedro” también hay
dolor, lo cual es comunicado a Jesús “inmediatamente”.
El Evangelio de este
Domingo presenta a Jesús que sale de la Sinagoga y se dirige a la casa de
Simón y Andrés. La "casa", retoma un significado especial porque es
probable que haga alusión al lugar de encuentro de la comunidad, en la cual
Jesús sigue actuando, sanando a la suegra de Pedro y acercándose al necesitado.
Es necesario hacer énfasis en el cambio de lugar porque, en esta época, los
enfermos, los paganos, las mujeres, eran los marginados de la época y, en
ocasiones, no sabían a quién acudir. Es más, la religión los consideraba
impuros y por ello no podían ingresar al Templo. Para Jesús esto no es un
problema, porque si no pueden ingresar al Templo, Él va a buscarlos. Por eso
sale a las calles, va a las casas, recorre toda Galilea para aproximarse a la
gente.
El Evangelio confirma que Jesús y
sus discípulos han tenido un éxito rotundo a nivel misionero. ¡Qué más se puede
pedir! ¡Jesús y sus discípulos son famosos! La lógica de la retribución dicta
que ahora tienen que quedarse para ser alabados y recibir muestras de gratitud.
Pero nuestro Maestro tiene otra forma de proceder. Jesús sale temprano y, en
solitario, se pone a orar. Ese momento de comunicación con su Padre parece ser
la mejor forma de encontrar sentido a lo vivido durante el día.
Por eso la Iglesia no puede encerrarse en ella misma alejando a la gente. Jesús
nos enseña a orar en todo momento y a ponernos en camino, reconciliando y
sanando, proclamando la Buena Nueva a todos los pueblos.
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