Ante la Jornada por la Vida,
animan a los católicos a formarse para defenderla con motivos que «provienen,
en muchos casos, no solo de la fe, sino también de la evidencia científica»
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| Foto: Belén Díaz |
Los obispos de la Subcomisión
para la Familia y Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española (CEE) acaban de
publicar un mensaje de cara a la Jornada por la Vida del próximo 25 de marzo en
el que piden a los fieles que no caigan «en el derrotismo» o en quedarse «con
los brazos cruzados en un espíritu de queja» ante el «avance de la cultura de
la muerte». «Ante esta situación tenemos que preguntarnos cuál debe ser nuestra
respuesta como cristianos en este momento histórico», añaden.
En un texto que presentan a san José –el
Papa le ha dedicado el 2021– como modelo de custodio de la vida, responden que
es momento para formarse y realizar una defensa de la vida con las armas de la
fe y de la ciencia. Se trata de «una invitación a instaurar la cultura del
cuidado» que se dirige a todos: «Vivamos este compromiso por la vida en nuestro
día a día, ofreciendo nuestra ayuda eficaz a los que atraviesan situaciones de
vulnerabilidad.
Del mismo modo, han invitado a
tener «valentía creativa» en la defensa y custodia de la vida y muestran su
agradecimiento a las personas que desde distintos ámbitos «llevan a cabo todo
tipo de iniciativas» en este sentido.
Citan, en concreto, a los que
acompañan a las mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad que, de otro
modo, se verían abocadas al aborto y a los que cuidan con cariño y generosidad
a los mayores y a los enfermos terminales, «evitando así que sientan que son una molestia y que se planteen la eutanasia como una salida». «Recordemos que incurable no es
nunca sinónimo de incuidable», agregan.
Vidas descartadas
Con todo, los obispos constatan
que en la actualidad se utilizan los criterios de salud, bienestar o utilidad
para evaluar si una vida merece la pena ser vivida o no y, por tanto, se
plantea «descartar aquellas vidas que no cumplen con estos parámetros».
«Este descarte de vidas humanas,
que es deplorable en sí mismo, –continúan– es aceptado por muchos desde el
paradigma emotivista que conduce a emitir juicios y a tomar determinaciones, no
desde la razón, que nos lleva a promover el bien y adherirnos a la verdad, sino
desde un puro sentimentalismo. Así, el fundamento último de todo pasa a ser los
sentimientos y los deseos que en muchas ocasiones se convierten en leyes».
Fran Otero
Fuente: Alfa y Omega