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Portón principal de la Penitenciaría de mujeres Buen Pasto |
Erika O’ggins lleva privada de libertad desde 2015. Ingresó en la cárcel de mujeres “con mucha tristeza y con mucha incertidumbre” y al mismo tiempo “con mucho dolor porque la situación de privación de libertad le alejó de su familia y de su hijo físicamente”. Erika empieza relatando su testimonio con uno de los momentos más duros para ella dentro de la cárcel, justo dos días después de ser recluida.
Erika ingresó en la Penitenciaria El Buen Pastor un 13 de mayo, dos días antes de la celebración del Día de la Madre en Paraguay y nos cuenta que su hijo no entendía porque su mamá no había ido a la escuela para recibir el regalo que todos los niños hacen para su madre. “Para mi este momento fue muy duro. Pasaron seis años más del Día de la Madre y seguí aguantando. Si me preguntas cómo, te puedo decir que fue Dios en todo momento”.
En estos años de reclutamiento,
su experiencia con Jesús ha tenido varias fases: “He tenido etapas con Jesús
muy fuertes, tuve mis encuentros y mis desencuentros con Él, me alejaba, me
acercaba, me enojaba” cuenta para Vatican News. En todos estos vaivenes, Erika
se dio cuenta de una cosa: Jesús estaba con ella en todo momento. “Cuando me
enojaba con Él, estaba, cuando me arregle con Él, seguía estando, y sigue
estando hasta ahora; sigue estando en los ojos de mi hijo cuando me sigue
esperando y me mira con amor, sigue estando en las palabras de aliento de mi
mamá, en esas personas que me dan una oportunidad y que creen en mí y sigue
estando en esa reinserción social que pedimos”.
“Aquí estás sólo – dice Erika – tu familia por
mucho que te quiera no está presente y tú estás en un lugar que no es tu casa
con gente que no es tu familia”. “Aquí – continúa – te encuentras con tu error,
con tu falta, con tu miseria y te encuentras sencillamente con tu humanidad, ¿y
quién es la única cosa o la única persona que sigue estando contigo? Es Dios”.
“Físicamente – dice – tal vez no se baje y no te muestre su rostro, pero
sientes su presencia porque te hace soportar, tú crees que no vas a poder
superar todo esto y con Dios lo superas”. “Con Dios van pasando los días y los
años y tú sigues de pie y tu esperanza sigue”.
En todo este proceso, nuestra
entrevistada asegura que también ha aprendido a aceptar la voluntad de Dios:
“Yo sentía mucha rabia y mucha impotencia, me hacía muchas preguntas, estaba
enfadada con Él, pero aprendí que aún en las situaciones que no salían como yo
quería, su voluntad era perfecta”. A Erika le llevó cinco años entender esto y
aceptar la voluntad de Dios, pero ahora se da cuenta que “Él no le daba lo que
ella creía que necesitaba en ese momento, porque le daría algo mejor”. “Me
salvó de mi misma y me convirtió en una persona nueva y con mejores valores,
aprendí de mi error, incluso aprendí a agradecer lo malo. Agradezco a Dios por
todas las cosas que no se dan, porque Él sabe por qué no se dan”.
Al borde de la desesperación,
surge un milagro: conoce a las voluntarias de Corazón Libre
Nuestra entrevistada también ha
aprendido que Dios nos mira con misericordia “a través de otras personas que
nos ayudan y nos dan oportunidades”. En el año 2016, un año después de ingresar
en la cárcel, Erika se encontraba en un momento muy difícil en el que le
surgían constantemente dudas sobre si Dios le seguía amando y sobre si merecía
su misericordia. Sus dudas se despejaron gracias a Corazón Libre, un proyecto
social de la Iglesia Católica en Paraguay formado por voluntarias y voluntarios
que, como dice Erika, “ayudan de corazón a las reclusas”.
Ese año, Erika participó en un
retiro que fue organizado en una Iglesia de la Penitenciaría. “Entré a
refugiarme de una situación que yo estaba atravesando y no realmente porque
buscara a Dios o porque me interesaran las chicas o el movimiento, sino más que
nada como un refugio” dice para Vatican News, pero las chicas de Corazón Libre
cambiaron su vida y la transformaron como ser humano. “Eran chicas que no
solamente iban para la foto o para mostrarse, sino que iban realmente de
corazón. No te miraban el rótulo por el cual tú estabas ahí y te abrazaban como
si te conocieran de toda la vida con un cariño único que yo no había encontrado
en otras personas”.
¿Hay una segunda oportunidad para
las privadas de libertad?
Erika señala que gracias a las
voluntarias de este proyecto “tuvo una segunda oportunidad” y lo más
importante: la hicieron sentir persona y ser humano y no “como esa delincuente
o como esa persona que falló o infringió la ley”. Pero es un “caso excepcional”
pues la justicia no tiene la misma visión de las personas privadas de libertad.
Nuestra entrevistada narra los momentos que ha vivido a lo largo de estos años
cuando ha tenido que participar en las Audiencias Judiciales: “El Ministerio
público te sigue mirando como esa misma persona que ingresó el día que fue
juzgada, te sigue juzgando, parecen “audiencias de inquisición” en la que no es
valorado tu cambio y no te dan una oportunidad de cambiar”. Erika se arrepiente
de su error, asegura que ha aprendido, que la cárcel “no es lugar para ninguna
persona” y que la experiencia vivida en la cárcel “no se le desea a nadie”.
La visita del Papa Francisco en
2015: un rayo de esperanza
Tras contarnos su experiencia con
Jesús, la joven paraguaya echa la mirada hacia atrás, precisamente al primer
año de su entrada en la cárcel en 2015, para contarnos “una experiencia
fantástica”: La visita del Papa Francisco a Paraguay y su breve parada en la
Penitenciaría Nacional El Buen Pastor. “Estando aquí privada de libertad fui
partícipe del momento en el que el Papa se paró frente a la puerta de El Buen
Pastor y saludó a las reclusas”. “Lamentablemente, por razones ajenas a
nosotras, los portones del Buen Pastor no estaban abiertos y el Papa no
ingresó, pero sí tuve la grata experiencia de estar enfrente de él”. “Nos
dividían las rejas” dice, pero “fue una experiencia fantástica, en la que Jesús
tocó mi vida”.
Actualmente se encuentra en
régimen de semi-libertad
Hoy Erika se encuentra en régimen
de semi-libertad. En agradecimiento a Jesús, ayuda a sus semejantes, a las
personas que van ingresando y que tienen desesperanza y creen que no van a
poder soportar la situación que están atravesando. Además, Erika no baja la
cabeza y continúa luchando por la reinserción social, porque como dice “las
personas que hoy están recluidas por un delito o crimen, un día van a volver a
ser parte de la sociedad”.
Mireia Bonilla y Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
Vatican News