“Que el recuerdo del sacrificio de los mártires nos inspire para renovar nuestra confianza en la fuerza de la Cruz”
En el último evento de su primer día del viaje apostólico a Irak,
este viernes 5 de marzo, el Papa Francisco se reunió en esta catedral con
obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y catequistas.
En su discurso, el Pontífice recordó que la Cruz transmite un
“mensaje salvífico de perdón, reconciliación y resurrección”.
Francisco insistió en que la muerte de los mártires “nos recuerda
con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y
el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas”.
Asimismo, recordó a los cristianos asesinados en esta catedral hace más de diez
años “y cuya beatificación está en proceso”.
Por otra parte, el parte reconoció que “dificultades forman parte
de la experiencia cotidiana de los fieles iraquíes”.
“En las últimas décadas, ustedes y sus conciudadanos han tenido
que afrontar las consecuencias de la guerra y de las persecuciones, la
fragilidad de las infraestructuras básicas y la lucha continua por la seguridad
económica y personal, que a menudo ha llevado a desplazamientos internos y a la
migración de muchos, también de cristianos, hacia otras partes del mundo”.
Por ese motivo agradeció a obispos y sacerdotes iraquíes “por
haber permanecido cercanos a su pueblo, sosteniéndolo, esforzándose por
satisfacer las necesidades de la gente y ayudando a cada uno a desempeñar su
función al servicio del bien común”.
Al mismo tiempo los animó “a perseverar en este compromiso, para
garantizar que la Comunidad católica en Irak, aunque sea pequeña como un grano
de mostaza, siga enriqueciendo el camino de todo el país”.
Asimismo, el Papa Francisco hizo un llamado a estrechar los lazos
entre los fieles de las diferentes confesiones cristianas enraizadas en Irak, y
comparó al conjunto de las comunidades cristianas con “la familiar imagen de
una alfombra”.
“Las diferentes Iglesias presentes en Irak, cada una con su
ancestral patrimonio histórico, litúrgico y espiritual, son como muchos hilos
particulares de colores que, trenzados juntos, componen una alfombra única y
bellísima, que no sólo atestigua nuestra fraternidad, sino que remite también a
su fuente”.
El Papa explicó que “Dios mismo es el artista que ha ideado esta
alfombra, que la teje con paciencia y la remienda con cuidado, queriendo que
estemos entre nosotros siempre bien unidos, como sus hijos e hijas”.
El Obispo de Roma reveló también ante los prelados iraquíes que le
agrada pensar “en nuestro ministerio episcopal en términos de cercanía, es
decir, nuestra necesidad de permanecer con Dios en la oración, junto a los
fieles confiados a nuestro cuidado y a nuestros sacerdotes”.
Por eso, pidió a los obispos que sean “particularmente cercanos a
sus sacerdotes. Que no los vean como administradores o directores, sino como a
padres, preocupados por el bien de sus hijos, dispuestos a ofrecerles apoyo y
ánimo con el corazón abierto”.
“Acompáñenlos con su oración, con su tiempo, con su paciencia,
valorando su trabajo e impulsando su crecimiento. De este modo serán para sus
sacerdotes signo visible de Jesús, el Buen Pastor que conoce sus ovejas y da la
vida por ellas”.
Insistió en que la labor episcopal no se debe limitar a una mera
gestión administrativa: “Sabemos que nuestro servicio conlleva también una
parte administrativa, pero esto no significa que debamos pasar todo nuestro
tiempo en reuniones o detrás de un escritorio”.
“Sean pastores, servidores del pueblo y no administradores
públicos. Siempre con el pueblo de Dios, nunca separados como si fueran una
clase privilegiada. No renieguen de esta ‘estirpe’ noble que es el santo pueblo
de Dios”, concluyó el Papa Francisco.
Fuente: ACI Prensa