Pienso en todos aquellos que Dios pone en mi camino: me está pidiendo algo a través de estas personas, me está ayudando así a ser la mejor versión de mí mismo
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Quiero mirar mi historia y mi presente. Y pienso en los que me
rodean. ¿Me apoyan o me limitan? ¿Le suman o le restan
energía a mi corazón?
¿Me alegran o me amargan y entristecen? ¿Esas personas me hacen
ser positivo o vivir lleno de quejas? ¿Me liberan de mis ansiedades y miedos o
más bien me limitan haciendo que renuncie a una parte importante de mí para ser
acogido?
¿Ellas me hacen sentir orgulloso de
quien soy o vivo defendiéndome y ocultándome para evitar su juicio? ¿Me
animan a luchar y a ser yo mismo o vivo siendo criticado por ellos en todo lo
que hago?
Alguien a quien abrir el corazón
Me gustaría pensar en las personas a las
que amo. En mis amigos, en mis hermanos, mis padres. En mi novio, en mi novia,
mi cónyuge, en mi compañero de trabajo.
Son los más cercanos los
que tienen acceso a mi vida por dentro. Pero a menudo no tengo a nadie
con quien compartir mi mundo interior, mis emociones, mis sentimientos, mis
miedos e ilusiones. Mis aventuras del pasado.
No hay nadie a quien pueda contarle todo,
incluso mis pecados más íntimos, sin recibir un juicio. Alguien a quien pueda abrirle mi corazón y
contarle lo que me ocurre por dentro. Lo que estoy viviendo tal vez sin que él
lo sepa. Decía el padre José Kentenich:
«El
hombre que crece sanamente necesita un organismo sano de vinculaciones.
Cuando le falta, el hombre se enferma, y el mundo de hoy está muy enfermo«.
Vivo en un mundo enfermo en los
vínculos. Las heridas de amor me incapacitan para el amor sano y
hondo, auténtico y puro.
Personas que ayudan a ser mejor
Las
personas cercanas a mí tienen un rol en mi vida, un peso en mi alma. ¿Me gustan
las personas que me rodean, me hacen bien, me ayudan a crecer?
¿Y yo? ¿Les ayudo a crecer, son mejores
personas gracias a mí? El otro día escuchaba una pregunta:
«¿Con quién estás cuando mejor
estás?».
Hay personas que me acogen como soy, me tratan
enalteciéndome, me levantan cuando caigo, me sostienen en mi debilidad.
Esas personas son las que me hacen creer en mí mismo,
en mis capacidades, en mi valor.
Valgo por lo que soy, por lo que
tengo dentro de mí. Y sé que necesito a personas que me ayuden a ser
mejor, más hondo, más valiente, más grande, más libre, más
sencillo.
Quiero ampliar el círculo de personas
positivas que me ayudan a crecer. Yo elijo. Muchas personas llegan
ante mí sin yo buscarlas.
Pienso en todos aquellos que Dios pone
en mi camino. Me está pidiendo algo a través de estas personas. Me está
ayudando así a ser la mejor versión de mí mismo.
Relaciones que llevan a Dios
¡Qué
importantes son los vínculos que me construyen por dentro! Un mundo sano en sus
vínculos. Un
entramado de lazos que me llevan en definitiva hasta el corazón de Dios.
Comenta el Padre Kentenich:
«El hombre actual necesita un tiempo
mucho más prolongado para alcanzar una sana vinculación a personas y a lugares.
Primero debemos preparar el terreno para un sano amor a los hombres y a Dios.
Este amor a los hombres es presupuesto y hasta coronación de un auténtico y
profundo amor a Dios«.
Una red sana de vínculos me lleva a un amor hondo y cálido a Dios. En relaciones
sanas y profundas veo a Dios oculto hablándome, acogiéndome.
Cuidar los vínculos
Pienso en los vínculos que tengo. En los que se han frustrado. En
los que están heridos. ¿Qué estoy haciendo por curarlos y sanarlos en este
tiempo de pandemia que vivo? ¿Qué pasos estoy dando para cuidar a las personas
que Dios ha puesto en mi camino?
Las personas me pueden hacer un bien con su presencia o pueden
limitarme. ¿Y yo? Yo también puedo producir el mismo efecto en los que amo.
Puedo limitarlos. Bloquearlos con mis juicios y presiones. Puedo quitarles la
paz y la calma con mis críticas y exigencias.
O puedo hacer que sean mejores personas y vean la belleza que
tienen escondida en su interior. Puedo ser el espejo en el que vean reflejada
su mejor versión.
Quiero elegir cada día a mis amigos, a las personas que quiero. Opto por
ellos de nuevo y cuido esos vínculos cercanos que por
distintos motivos he descuidado.
Mando mensajes de cariño deslavados. No les cuento lo que de
verdad estoy viviendo en mi corazón. Tengo miedo de sus juicios y me asusta no
ser comprendido y aceptado. Vivo escondiendo quién soy de verdad a los que más
me importan. ¿Están sanos esos vínculos que me sostienen?
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia