En la audiencia general de este miércoles 24 de marzo, el Papa Francisco invitó a acudir a la Virgen María quien “nos defiende en los peligros y se preocupa por nosotros”
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Imagen referencial. Papa Francisco en oración ante la Virgen. Foto: Andrea Gagliarduci / ACI Prensa |
“Como
y más que toda buena madre, María nos defiende en los peligros, se preocupa
por nosotros, también cuando nosotros estamos atrapados por nuestras cosas y
perdemos el sentido del camino, y ponemos en peligro no solo nuestra salud sino
nuestra salvación. María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien
no reza, rezando con nosotros. Porque ella es nuestra Madre”, dijo el Papa.
En su catequesis, dedicada a la
oración en comunión con María, el Santo Padre explicó que Jesús confió a la
Virgen María a todos nosotros “como madre, no como diosa, no como corredentora,
sino como madre”.
“Sabemos que el camino principal
de la oración cristiana es la humanidad de Jesús. De hecho, la confianza
típica de la oración cristiana no tendría significado si el Verbo no se
hubiera encarnado, donándonos en el Espíritu su relación filial con el
Padre”, destacó el Papa.
“Cada oración que elevamos a
Dios es por Cristo, con Cristo y en Cristo y se realiza gracias a su intercesión.
El Espíritu Santo extiende la mediación de Cristo a todo tiempo y todo lugar:
no hay otro nombre en el que podamos ser salvados. Jesucristo el único
mediador entre Dios y los hombres”, afirmó.
En esta línea, el Santo Padre
reconoció que es verdad que la piedad cristiana siempre da a la Virgen María
“títulos bellos, como un hijo a la madre, cuántas cosas le dice un hijo a la
madre que la quiere…” pero recomendó estar atentos porque “las cosas bellas que
la Iglesia, los santos, dicen a María no quitan nada de la unicidad redentora
de Cristo, Él es el único redentor, son expresiones de amor como de un hijo a
la mamá, algunas veces exageradas, pero el amor, nosotros sabemos, que nos hace
hacer cosas exageradas, pero de amor”.
“De la única mediación de
Cristo toman sentido y valor las otras referencias que el cristianismo
encuentra para su oración y su devoción, el primero de todos, a la Virgen
María, la Madre de Jesús. Ella ocupa en la vida y, por tanto, también en la
oración del cristiano un lugar privilegiado, porque es la Madre de Jesús”,
añadió.
En este sentido, el Papa mencionó
el pasaje bíblico de las bodas de Caná en el que María, indicando a Jesús,
aconseja a las personas “hagan lo que Él diga” y agregó que “en las Iglesias de
Oriente la han representado a menudo como la Odigitria, aquella que
‘indica el camino’, es decir el Hijo Jesucristo”.
“Sus manos, sus ojos, su actitud
son un ‘catecismo’ viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús.
María está totalmente dirigida a Él, hasta tal punto que podemos decir que
es más discípula que madre. Siempre indica a Cristo, es la primera discípula”,
subrayó.
Asimismo, el Santo Padre recordó
que “Jesús extendió la maternidad de María a toda la Iglesia cuando se
la encomendó al discípulo amado, poco antes de morir en la cruz. Desde ese
momento, todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos
frescos y cuadros medievales”.
“En la oración del Ave María
pronto llegaría el título ‘Theotokos’, ‘Madre de Dios’, ratificado por el
Concilio de Éfeso. Y, análogamente y como sucede en el Padre Nuestro,
después de la alabanza añadimos la súplica: pedimos a la Madre que
ruegue por nosotros pecadores, para que interceda con su ternura, ‘ahora y
en la hora de nuestra muerte’. Ahora, en las situaciones concretas de la vida,
y en el momento final, para que nos acompañe como Madre, como primera
discípula en el paso a la vida eterna”, explicó el Papa.
De este modo, el Santo Padre
destacó que “María ha estado presente en los días de pandemia, cerca de las
personas que lamentablemente han concluido su camino terreno en una condición
de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos. María
está siempre allí, con su ternura materna”.
Por lo que concluyó que “las
oraciones dirigidas a ella no son vanas. Mujer del ‘sí’, que ha acogido con
prontitud la invitación del Ángel, responde también a nuestras súplicas,
escucha nuestras voces, también las que permanecen cerradas en el corazón,
que no tienen la fuerza de salir pero que Dios conoce mejor que nosotros
mismos. Las escucha como madre”.
Por Mercedes
de la Torre
Fuente: ACI Prensa