30 – Marzo. Martes Santo
COMENTARIO
Ya a las puertas de la Pasión, la
liturgia nos invita a considerar hasta dónde llega el amor de Cristo por
nosotros. En repetidas ocasiones ha hablado Jesús de este momento, aunque ni
los discípulos más cercanos han podido entender a qué se refería. El apóstol
Juan ha penetrado de un modo muy especial en el sentido de los acontecimientos.
La ofrenda que el Señor está a punto de realizar es una ofrenda de puro amor
por todos, incluso por aquellos que ignoran ese amor, por aquellos que lo
desprecian y por aquel que le va a entregar. Por todos los hombres de todos los
tiempos. Y, al hacerlo, nos está revelando el amor fiel de Dios Padre por
todos.
Tenemos el amor de Jesús por
Judas, al que, incansablemente, quiere mover a conversión. El que traicionará a
su Maestro participa de la Última Cena: no es excluido. Es más, Jesús mismo le
ofrece un bocado. Todo lo que hace el Señor es llamada a su corazón: invitación
a que recuerde lo que ha vivido y lo considere. Y, también, a que no desespere
cuando se dé cuenta del alcance de sus obras. Pero Judas está extraviado, algo
en su interior se ha endurecido. Algo le ha nublado la mente y no es capaz de
comprender bien qué es lo que está haciendo. Esto lo sabremos después, cuando
leamos su conversación con aquellos a los que ha entregado a Jesús (Mt
27,3-10). Pero desespera. Aunque nadie desespera de la noche a la mañana: se
llega a esa situación después de muchas decisiones previas.
Tenemos también el amor de Jesús
por Pedro, cuya debilidad es de otro tipo. A pesar de todo lo que ha avanzado,
sigue sin conocerse. Y Jesús necesita que se afiance su humildad para poder
hacer de él un cimiento firme. Que sea consciente de su debilidad y que no se
escandalice de ella. Que no desespere. Porque, como en ese momento tan
singular, la vida nos traerá continuamente retos en los que podemos venirnos
abajo. Es relativamente fácil decir que vamos a dar la vida por aquellos a los
que amamos. Pero, ¿qué haremos cuando toque hacerlo? Dice San Pablo que es Dios
quien obra en nosotros el querer y el actuar (Flp 2, 13). Sólo en la medida en
que Cristo reine en nuestros corazones seremos capaces de hacer realidad
nuestro amor hasta la entrega de la propia vida por el amado. La Pasión es
enseñanza suprema a la que acercarnos con la ilusión de aprender lo que es el
amor y de recibir las fuerzas para poder amar nosotros.
Juan Luis Caballero // wavebreakmedia - Getty Images
Fuente: Opus Dei






