4- Marzo. Jueves de la II semana de Cuaresma
![]() |
El Diario |
En aquel tiempo, Jesús dijo a los
fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y
banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la
entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que
caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió, pues, que murió el
mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y
lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos,
cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.
El rico insistió: ‘Te ruego,
entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá
cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar
de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los
escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a
decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a
Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’”.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Lázaro representa bien el grito
silencioso de los pobres de todos los tiempos y la contradicción de un mundo en
el que las inmensas riquezas y recursos están en las manos de pocos. […] El
hombre rico representa a aquellos que en vida no mostraron ninguna
consideración hacia Dios, más bien hicieron de sí mismos el centro de todo, encerrados
en su mundo de lujo y de derroche. […] Hasta que Lázaro estuvo bajo su casa,
para el rico había posibilidad de salvación, abrir la puerta, ayudar a Lázaro,
pero ahora que ambos están muertos, la situación se ha vuelto irreparable. Dios
no aparece nunca llamado directamente en causa, pero la parábola advierte
claramente: la misericordia de Dios hacia nosotros está estrechamente
relacionada con nuestra misericordia hacia el prójimo; cuando falta esta,
también aquella no encuentra espacio en nuestro corazón cerrado, no puede
entrar. Si yo no abro de par en par la puerta de mi corazón al pobre, aquella
puerta permanece cerrada. También para Dios. ¡Y esto es
terrible! AUDIENCIA GENERAL 18 de mayo de 2016
Vatican News