Jesús lo va a cambiar todo con su muerte, ¿estás dispuesto a pasar la noche bajo el cielo raso?
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«Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a
Jerusalén. Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas,
y a los cambistas sentados. Y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos
del templo, ovejas y bueyes. A los cambistas les esparció las monedas y les
volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: – Quitad esto de aquí;
no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Sus discípulos se acordaron de
lo que está escrito: – El celo de tu casa me devora».
Siempre me ha impresionado esta escena.
Jesús entra y expulsa a los mercaderes. Venden animales para el sacrificio
sagrado a Dios. Se ha instituido una costumbre y se mantiene. Y Jesús se rebela
porque han convertido su casa en una casa de ladrones, y no de oración.
El templo del corazón
Me pregunto en esta Cuaresma si mi propia alma es una casa de oración. Si mi ambiente
familiar es un espacio sagrado de oración. Si mis
conversaciones, lo que digo y lo que hago ayudan a elevar el espíritu de mi
hogar. No es tan sencillo.
Jesús piensa cambiar el mundo en tres días:
«Destruid este
templo, y en tres días lo levantaré».
Lo piensa arreglar todo con su muerte.
En tres días el mundo será diferente. Me impresiona este
momento. Jesús lo va a cambiar todo.
En esos días sabe que se acerca su muerte. Está cerca el momento
que va a cambiar la historia del hombre. Jesús no tiene miedo, está tranquilo
en su corazón.
Sabe que tiene que predicar y anunciar la esperanza. Y con este
signo profético en el templo anima a los suyos a creer en la vida eterna. En
tres días va a volver a la vida. No saben lo que significa:
«Esto se les
quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los
muertos».
Sus discípulos creen sin entender. Los fariseos que desean su
muerte se escandalizan. Ya queda poco para que se desaten las fuerzas
del mal y venzan en apariencia.
Cuando la libertad cuesta la vida
Jesús no puede dejar de predicar aunque su
predicación pueda costarle la vida. Me impresiona la fuerza de Jesús. No
se desanima, no tiene miedo, no se guarda y protege.
Hay personas que van por la vida midiendo sus palabras. Guardan
las formas y apariencias. Protegen su fama.
Hay otros que van por la vida muy libres. No se protegen. No se
cuidan. Dicen lo que piensan aunque todo eso pueda traerles complicaciones. No
se escandalizan. No se esconden. Dicen la verdad aunque duela a menudo.
Arriesgan su vida por amor a la verdad y a los hombres.
Así quiero vivir yo. Sin miedo, sin esconderme, sin guardarme. No
quiero caer bien a todos. No pretendo el aplauso del mundo. Busco
sólo hacer lo que Dios me pide y ser fiel a lo que ha
sembrado en mi corazón.
Cuando veo claro lo que tengo que decir no puedo guardármelo por
pudor, por vergüenza, por miedo. Así era Jesús. Pasa por el templo, la casa de
su Padre, y recuerda las palabras de Jeremías 7,11:
«¿Acaso
pensáis que este templo que me está dedicado es una cueva de ladrones?».
Jesús lo cambiará todo
¡Qué fácil resulta a veces buscar la seguridad en Dios! Convierto la
fe en algo útil para mantener mi poder y mi posición.
Jesús me viene a decir que seguirlo a Él es estar dispuesto a pasar la
noche bajo el cielo raso. Desprovisto de seguridades y bienes
humanos.
Es la seguridad que me lleva a pensar que puedo vivir feliz
apegado a Dios y que Él me va a proteger. No quiero convertir la casa en una
cueva de ladrones. Un lugar seguro donde no respeto al débil, no cuido al
indefenso y vulnerable y no estoy dispuesto a renunciar a mis bienes y derechos
adquiridos.
Vivir de esa fe en Jesús crucificado me lleva a vivir de una
manera más libre. ¿De
qué está lleno mi corazón? ¿Está lleno de monedas y
sacrificios? ¿Lleno de envidias y afanes de poder? ¿Lleno de inmundicia y
pecados?
Jesús quiere venir en esta cuaresma a mi corazón enfermo. Quiere
tejer en mí un nuevo nido en el que poder hacer su morada. Y cambiarme por
dentro para que aprenda a dar la vida por Él.
Quiere limpiarme, purificarme y echar así a todos los que tienen
poder dentro de mí. Y que mi única prioridad sea estar con Él, descansar en Él.
Quiero limpiar mi alma de tantos miedos. Esa forma de actuar de Dios en mi vida me
sana y me salva.
Carlos Padilla
Esteban
Fuente: Aleteia