En sendas sacas del 25 de septiembre y del 2 de octubre de 1936 fueron asesinadas 92 personas, entre ellas 16 sacerdotes y religiosos
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La Cruz en la Dársena de Portu, en Baracaldo, junto a la Ría de Bilbao. |
Solo en las últimas fechas han sido arrancadas o cuestionadas las
cruces de Aguilar de la
Frontera (Córdoba), Cáceres y El Casar (Cáceres),
y desde hace tiempo pende la misma amenaza sobre la cruz de la Dársena de Portu, en Baracaldo (Vizcaya). El
órgano de la Memoria Histórica del ayuntamiento, gobernado por Amaia del Campo, del Partido
Nacionalista Vasco (PNV), propuso sustituirla por unos paneles que expliquen lo
que sucedió allí.
Los hechos
¿Y qué sucedió allí? Que en sendas sacas del 25 de septiembre y
del 2 de octubre de 1936 fueron asesinadas
92 personas, entre ellas 16 sacerdotes y religiosos, que se encontraban encarceladas
en el barco Cabo Quilates,
fondeado en la ría en el lugar donde hoy se alza la cruz. Habían sido detenidas
por su real o supuesta simpatía con el bando nacional tras el Alzamiento del 18
de julio y padecieron dos meses de hacinamiento, hambre y malos tratos antes de
su asesinato.
"Lo que he
visto es demasiado horroroso y demasiado cruel", declaró el obispo de
Dax, Clément Mathieu,
a quien se le había permitido visitar a los presos para que, conocida su
animadversión al bando nacional, escribiese desmintiendo las informaciones
sobre las vejaciones a las que eran sometidos. "Ese artículo yo no lo
escribiré jamás", sentenció a la luz de los hechos.
En efecto, pronto empezaron a producirse asesinatos selectivos, entre ellos el de un
antiguo alcalde de Bilbao y ex diputado en Cortes, Gregorio Balparda, quien murió
el 31 de agosto a consecuencia de una paliza salvaje.
El pretexto para la primera matanza (similar a las que ocurrieron en otros
barcos-prisión frentepopulistas en toda la costa cantábrica) fue un bombardeo
de la aviación nacional. Pero esa misma tarde la guardia que vigilaba a los
detenidos había separado a algunos a los que estimaban más, señal, apunta Antonio Montero en su
obra de referencia Historia de la persecución religiosa
en España (1936-1939), de que los milicianos y carabineros que
la conformaban no eran ajenos "a lo que iba a venir después".
Nada más finalizado el bombardeo, una turba se congregó en el
muelle y, ante la pasividad
de la guardia, se hizo dueña de la situación. Fueron leyendo nombres al
principio, y luego sacando presos al azar. A medida que salían, los iban
poniendo en fila maniatados dos a dos, para ametrallarles inmediatamente en la toldilla de popa.
Cuando los detenidos de la bodega comprendieron lo que les
aguardaba, se rebelaron. La respuesta fue dispararles desde una escotilla superior. Cuando decidieron
terminar con la masacre, hicieron subir a los heridos y los remataron. Sobre el
Cabo Quilates quedaron 42
cadáveres.
Entre ellos, un sacerdote, Matías Lumbreras, quien, como no murió por los disparos, fue ahorcado. Otro sacerdote, Víctor Alegría, estuvo a punto
de ser asesinado esa noche por negarse a romper una estampa de la Virgen María. Salvó la vida en ese
momento, pero moriría en la segunda saca.
El 2 de octubre no hizo falta el pretexto de un bombardeo. Se
encontraba fondeado en la ría un barco, el Jaime I, cuya tripulación, dirigida por comisarios políticos
socialistas, comunistas o anarquistas, tenía acreditada por otras ciudades del
litoral "una crueldad sin
escrúpulos", afirma Montero.
Y lo demostraron en el Cabo Quilates. A las diez de la noche
entraron en el buque, de nuevo sin oposición de la guardia, y salieron ya bien
entrada la madrugada tras divertirse durante horas bebiendo y asesinando prisioneros hasta
un total de 50, varios de ellos con torturas previas. Entre las
víctimas hubo doce
sacerdotes seculares, dos padres dominicos y un hermano marista.
Los "paneles"
En recuerdo de todas estas víctimas se erigió tras la Guerra Civil
la cruz que ahora se quiere arrancar. ¿Qué dirán los paneles? Puede deducirse
de la explicación que ofreció el peneuvista Gorka Zubiaurre, concejal de Participación Ciudadana, al
presentar la propuesta a los medios: "Es una cruz que se puso en su día
para homenajear a los muertos que estaban prisioneros en el Cabo Quilates y,
tras un bombardeo de las tropas franquistas en Baracaldo, bueno, pues... hubo una serie de gente que hundió ese
barco en el que murieron prisioneros".
El Cabo Quilates ni se hundió ni fue hundido. Había sido
construido en los astilleros de Bilbao en 1927 y al finalizar la guerra el
gobierno frentepopulista se lo entregó a la Unión Soviética, de cuya marina mercante formó parte con
otro nombre hasta que en 1959 sufrió un grave incendio y fue desguazado.
Carmelo
López-Arias
Fuente: ReL