«Redescubrir la gracia de la cotidianidad» es otra de las propuestas que hace el Papa en el anuncio de Pascua
Francisco ha animado a sus
interlocutores, la mayoría conectados en streaming con
la vigilia vaticana desde todas partes del mundo, a que acojan la
invitación que recibieron las mujeres, invitación pascual por excelencia, y
«vayamos a Galilea», que significa «empezar de nuevo». «El Resucitado les dice:
“Los quiero de nuevo conmigo, a pesar y más allá de todos los fracasos”. En
esta Galilea experimentamos el asombro que produce el amor infinito del Señor,
que traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas».
Ir a Galilea también supone
«recorrer nuevos caminos, moverse en la dirección opuesta al sepulcro». Las
mujeres buscaban a Jesús en la tumba, es decir, «iban a hacer memoria de lo que
habían vivido con Él». Esta, ha explicado el Papa, «es la imagen de una fe que
se ha convertido en conmemoración de un hecho hermoso pero terminado». Muchos
viven «la “fe de los recuerdos”, como si Jesús fuera un personaje del pasado»,
«que ya no me conmueve, que ya no me interpela». Ir a Galilea, en cambio,
«significa aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en
camino. Debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el asombro del primer
encuentro». Aquí está el segundo anuncio de la Pascua: «La fe no es un
repertorio del pasado, Jesús no es un personaje obsoleto. Él está vivo, aquí y
ahora. Camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba
que estás atravesando, en los sueños que llevas dentro».
Ir al lugar más lejano
Ir a Galilea significa, además,
«ir a los confines». Porque Galilea era el lugar más lejano, «en esa región
compleja y variopinta viven los que están más alejados de la pureza ritual de
Jerusalén. Y, sin embargo, fue desde allí donde Jesús comenzó su misión».
Nuestra Galilea, ha asegurado Francisco, «es el lugar de la vida cotidiana, son
las calles que recorremos cada día, los rincones de nuestras ciudades donde el
Señor nos precede y se hace presente, precisamente en la vida de los que pasan
a nuestro lado y comparten con nosotros el tiempo, el hogar, el trabajo, las
dificultades y las esperanzas».
En Galilea «aprendemos que
podemos encontrar a Cristo resucitado en los rostros de nuestros hermanos, en
el entusiasmo de los que sueñan y en la resignación de los que están
desanimados, en las sonrisas de los que se alegran y en las lágrimas de los que
sufren, sobre todo en los pobres y en los marginados. Nos asombraremos de cómo
la grandeza de Dios se revela en la pequeñez, de cómo su belleza brilla en los
sencillos y en los pobres». Y aquí llega este tercer anuncio de Pascua: «Jesús,
el Resucitado, nos ama sin límites y visita todas las situaciones de nuestra
vida». «Él nos invita también a nosotros a sobrepasar las barreras, a superar
los prejuicios, a acercarnos a quienes están junto a nosotros cada día, para
redescubrir la gracia de la cotidianidad».
Y ha concluido recordando a
quienes siguen la vigilia que «si en esta noche tu corazón atraviesa una hora
oscura, un día que aún no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado,
abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua: “¡No tengas miedo,
resucitó! Te espera en Galilea”. Tus expectativas no quedarán sin cumplirse,
tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza.
Porque el Señor te precede, camina delante de ti. Y, con Él, la vida comienza
de nuevo».
Fuente: Alfa y Omega






