28 – Abril. Miércoles de la IV semana de Pascua
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Jesús gritó
diciendo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y
el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz,
y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y
no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino
para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien
lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha
ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida
eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».
COMENTARIO
“El que cree
en mí, no cree en mí, sino en Aquél que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve
al que me ha enviado”. Estas palabras de Jesús son un resumen de muchas de sus
enseñanzas a lo largo de toda su vida pública.
Jesús
manifiesta la necesidad de la fe en Él para recibir la vida nueva que nos ha
traído. Creer en Él es creer en quien le ha enviado, en el Padre. Muchas veces
reprocha a sus discípulos por la falta de fe, como a Pedro cuando le dice en
medio del lago: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?” (Mt 14, 31). Otras
veces alaba a quienes se encuentran con Él por su fe, como a la mujer
sirofenicia a quien le dice: “¡Mujer, qué grande es tu fe!” (Mt 15, 28). Otros
le piden, cuando se encuentran con Él, que les aumente la fe como los
Apóstoles: “le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe” (Lc 17. 31).
Creer en Jesús
es creer en el Padre. Y vivir en la luz de Dios: “Yo soy la luz que ha venido
al mundo”. Vivir en esta luz es vivir lejos de las tinieblas. Es vivir en el
pleno sentido de la existencia y encontrar lo que verdaderamente anhela la
persona: una existencia anclada en el Amor. En el Amor de verdad que es el Amor
de Dios por cada uno de nosotros. La luz para encontrar ese Amor auténtico es
Jesús.
Jesús ofrece a
todos este Amor auténtico que cada uno puede encontrar en lo más profundo de su
ser y que estamos llamados a descubrir. En esta búsqueda tiene lugar la
sinceridad de nuestra vida y seremos juzgados por ello. Por cómo nos hayamos
abierto al Amor o por cómo nos hayamos resistido al Amor que nos busca
constantemente.
Y, una vez
más, Jesús remite a la vida eterna: “y sé que su mandato es vida eterna”. Esta
vida eterna es la que ha traído nuestro Señor Jesucristo con su muerte y su
resurrección y es la que vamos buscando cuando nos abrimos al Amor.
Estos días de
Pascua son un tiempo maravilloso para ver la vida con perspectiva de eternidad.
Desligarnos de los lazos caducos de tiempo y de espacio y pensar en lo que nos
espera si vivimos fieles a Jesucristo, fieles al Amor de Dios que se nos da en
Jesucristo. En definitiva, luchando por vivir como Cristo que vive identificado
con la voluntad de su Padre. Así, con su ejemplo, nos enseña a vivir en
sintonía con el Padre.
Javier Massa
Fuente: Opus
Dei






