Cuando rezamos, nunca lo hacemos solos
![]() |
| El Papa Francisco en la Audiencia General Foto: Vatican Media |
“¡El nombre
que nos dieron en el Bautismo no es una etiqueta ni una decoración! Suele
ser el nombre de la Virgen, de un santo o de una santa, que no desean más que
‘echarnos una mano’ para obtener de Dios las gracias que más necesitamos. Si
en nuestra vida las pruebas no han superado el colmo, si todavía somos capaces
de perseverar, si a pesar de todo seguimos adelante con confianza, quizás todo
esto, más que a nuestros méritos, se lo debemos a la intercesión de tantos
santos, unos en el Cielo, otros peregrinos como nosotros en la tierra, que nos
han protegido y acompañado”, afirmó el Papa.
“Las oraciones siempre renacen: cada vez que juntamos las manos y
abrimos nuestro corazón a Dios, nos encontramos en compañía de santos
anónimos y santos reconocidos que rezan
con nosotros e
interceden por nosotros, como hermanos y hermanas mayores que
han pasado por nuestra misma aventura humana”, afirmó.
Por ello, el Papa señaló que “la primera forma de afrontar un
momento de angustia es pedir a los hermanos, a los santos sobre todo, que recen
por nosotros”.
Sin embargo, el Santo Padre recordó que los santos “son testigos
que no adoramos” y añadió “no
adoramos a los santos, sino que los veneramos” porque “de mil
maneras diferentes nos remiten a Jesucristo, único Señor y Mediador entre
Dios y el hombre”.
“Un ‘santo’, entre comillas, digamos así, que no te lleva a
Jesucristo, no es un santo, ni cristiano. El santo te hace recordar a
Jesucristo, porque Él ha recorrido esa vía, la del vivir como cristiano”,
advirtió.
En esta línea, el Santo Padre subrayó que “la santidad es un camino de vida de
encuentro con Jesús, sea largo, sea breve, sea en un instante,
pero siempre es un testimonio” porque “un santo es un testigo, un hombre, una
mujer, que ha encontrado Jesús, que ha seguido a Jesús”.
“Todos sabemos que aquí en la tierra hay personas santas, hombres y mujeres santos,
que viven en santidad, ellos no lo saben, ni tampoco nosotros lo sabemos, pero
hay santos, santos de todos los días, santos ocultos, o como me gusta decir,
santos ‘de la puerta de al lado’, que conviven en la vida, que trabajan con
nosotros y llevan una vida de santidad”, agregó.
De este modo, el Papa destacó que “los santos nos recuerdan que
también en nuestra vida, aunque débil y marcada por el pecado, la santidad puede florecer. Incluso en
el último momento” y recordó la figura del buen ladrón que
murió en una cruz al lado de Jesús.
Luego, el Pontífice citó el Catecismo de la Iglesia Católica que
describe que los santos “contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de
aquellos que han quedado en la tierra” porque “su intercesión es su más alto
servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por
nosotros y por el mundo entero”.
En esta línea, el Papa señaló que “nuestros seres queridos fallecidos continúan
cuidándonos desde el Cielo. Rezan por nosotros y nosotros
rezamos con ellos y nosotros rezamos con ellos”.
“En la Iglesia no hay duelo que se quede solo, no hay lágrima que
se derrame en el olvido, porque todo
respira y participa de una gracia común. No es una casualidad
que en las iglesias antiguas las sepulturas estuvieran en el jardín alrededor
del edificio sagrado, como para decir que la multitud de los que nos
precedieron participa de alguna manera en cada Eucaristía”, explicó.
Por último, el Santo Padre dijo que “este vínculo de oración
entre nosotros y los santos, es decir, entre nosotros y la gente que ya ha
llegado, lo experimentamos ya aquí, en la vida terrena: oramos los unos por
los otros, pedimos y ofrecemos oraciones” y describió que “la primera forma de rezar por alguien
es hablar con Dios de él o de ella. Si lo hacemos con
frecuencia, todos los días, nuestro corazón no se cierra, permanece abierto a
los hermanos”.
“Rezar por los demás es la primera forma de amarlos y nos empuja
a una cercanía concreta. También en los momentos de conflicto ¿eh? Una forma
de disolver el conflicto, de suavizarlo, es rezar por la persona que yo estoy
en conflicto, y algo cambia con la oración. La primera cosa que cambia es mi
corazón, mi actitud, el Señor lo cambia para posibilitar un encuentro, un nuevo
encuentro y evitar que el conflicto sea una guerra sin fin”, afirmó el Papa.
Por Mercedes de la Torre
Fuente: ACI Prensa






