Waad Khairallah es uno de los miles de cristianos de Irak que se ha visto obligado a abandonar su tierra para sobrevivir y poder mantener su fe en Cristo. En estos momentos se encuentra en España viviendo y relata su testimonio en una entrevista con la revista Ecclesia
Este
joven recuerda que “en 2014 el Daesh entró en mi ciudad. Al principio no fue
diferente a lo que ya habíamos vivid con Al-Qaeda en el 2003 o durante la
guerra. Llevamos casi veinte años viviendo en una situación permanente de
inseguridad, de desgobierno y de falta de libertad. Al poco tiempo todo
cambió. Empezaron las ejecuciones, los asesinatos, los coches bombas
frente a las iglesias. Mi primo era sacerdote y lo mataron; al igual que
al arzobispo de Mosul. Los terroristas iban puerta a puerta forzándonos a la
conversión o a que pagásemos el impuesto revolucionario. No queríamos hacer ni
una cosa ni la otra, así que nos quedamos muy pronto sin opciones”.
Pese a todo, Waad recalca
que “nunca dejamos de ir a misa aunque sabíamos que podía ser nuestra
última Eucaristía. En mi caso, tampoco dejé de acudir a las reuniones de
jóvenes en la parroquia”.
“En Irak no sabíamos en qué
momento nos iban a matar. Y en el camino tampoco sabíamos qué nos podía ocurrir. O
bien llegamos a Europa, o morimos. Ya está. Mi hermano y yo teníamos muy claro
que era jugarse la vida por la propia vida. Volver atrás no era posible, así
que no tocaba otra más que seguir adelante. Estábamos concienciados de que
tocaba luchar y sufrir. Nada viene fácil en esta vida”, relata este joven
cristiano.
Para ver el drama del
cristianismo en Irak basta con ver la diáspora de la propia familia de Waad: “Gracias
a Dios, salvo una tía y una hermana que siguen en Irak, la mayoría están fuera. Tengo
primos y tíos en Estados Unidos, Canadá, Australia, Alemania y Holanda. Desde
hace cinco meses mis padres están en Mallorca, con nosotros”.
En esta bella isla española está
pudiendo retomar su vida aunque no está exenta de dificultades. “Trámites como
alquilar una casa o encontrar trabajo es casi imposible por la falta de
confianza o por desconocer el idioma. Yo entiendo esta situación de recelar de
los refugiados y más cuando ves en el telediario lo que algunos hacen al llegar
a Europa. Todo cambió gracias al párroco de Can Pastiga, en Mallorca,
quien nos habilitó la casa parroquial para que pudiéramos vivir allí. Él
confió en nosotros sin pedir nada a cambio. Tengo claro que fue la mano de Dios
la que nos ayudó en ese momento. Desde entonces la diócesis ha estado
apoyándonos, pendientes de cualquier cosa que necesitásemos”, explica.
Sobre el reciente viaje del
Papa Francisco a Irak, Waad confiesa que “ha sido un gran consuelo. Los
cristianos en Irak, siendo minoría, necesitábamos a alguien que viviese nuestra
realidad de verdad, que viese en qué condiciones estamos. El ver cómo vive la
gente es lo que verdaderamente transforma. La visita del Papa dijo al mundo
entero que los cristianos no son olvidables”.
Sobre la vida de fe en
Europa, este cristiano afirma que “en Irak, al vivir la fe en una pequeña
comunidad, nos sentimos fuertes. Sufrimos, pero con alegría porque no olvidamos
la pasión de Cristo. Nunca vamos a llegar al nivel del Crucificado, pero
podemos ir cargando nuestra cruz día a día. Aquí hay muchas posibilidades
de vivir la fe sin ningún conflicto, pero resulta que la fe es débil. Nosotros
vivíamos al servicio de la comunidad. Si había un atentado en una iglesia o
pasaba algo con nuestro templo, el número de fieles que se volcaban para reconstruirla
o apoyar en lo que hiciera falta, se multiplicaba. Tanto aquí como allí, no hay
que cansarse en la tarea de la evangelización sino que hay que seguir
luchando”.
Fuente: ReL






