31 – Mayo. Lunes. Visitación de la Bienaventurada Virgen María
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En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
"Debemos rezar a la Virgen, para que trayéndonos a Jesús nos dé la gracia de la alegría, de la libertad, y Dios nos conceda la gracia de alabar, de bendecir y de hacer una oración de alabanza sin algún interés, de alabanza ilimitada, porque Él es siempre digno de alabanza. Recemos a la Virgen y digamos como la Iglesia la invoca: Veni, Precelsa Domina, María, tu nos visita, María, amada Señora nuestra, ven, visítanos y regálanos tu alegría!" (Santa Marta - 31 de mayo de 2013)
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