3 – Mayo. Santos Felipe y Santiago, apóstoles
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Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida.
Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi
Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor,
muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con
vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.
¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el
Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que
permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el
Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él
hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que
pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si
me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
COMENTARIO
En primer lugar, conviene quizás resaltar que la afirmación de
nuestro Señor — “Nadie va al Padre si no es a través de mi” — puede escribirse
también con términos positivos: “Todo el mundo puede ir al Padre a través de
mi”. Pensemos también en otra frase con las mismas características
gramaticales, redactada en forma negativa. “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn
15, 5), lo que quiere decir que “con él podemos hacerlo todo”. No se trata
solamente de cuestiones lingüísticas que presentan siempre sin duda un gran
interés. Se trata de comprender a fondo los consejos del Señor, para ponerlos
así en práctica más fielmente.
La primera frase del evangelio de hoy es la respuesta de Jesús a
Tomás, el cual no había entendido bien una de sus revelaciones: “Y adonde yo
voy, ya sabéis el camino” (Jn 14, 4). Gracias a las dificultades de comprensión
de Felipe, disponemos de una nueva precisión, interesante al extremo, para
seguir la orientación fundamental de nuestra vida en la tierra. El objetivo
final es la vuelta a la casa paterna. Dios nos ha creado y a él hemos de volver
si somos fieles. Por eso, sin duda, Jesús da estas indicaciones: él es el
Camino, el único, que lleva al Padre.
San Josemaría se esforzó siempre en su vida de piedad en seguir
un itinerario; lo aconsejó también a todos los que le pedían una orientación
para su vida espiritual. Porque Jesús nos dice que él es el “Camino” y que, si
recurrimos a él y lo tratamos, él nos conducirá al Padre. A Dios Padre, para
resaltar así su paternidad y, al mismo tiempo, nuestra filiación. Siempre nos
aconsejó que busquemos en todo y para todo el fundamento sólido de la filiación
divina. No sólo en momentos determinados de la vida, por ejemplo, cuando llegan
las contradicciones y las dificultades, sino también en nuestra vida de cada
día.
Así nos lo dice en una de sus homilías: “Pues lo mismo sucede en
la conducta del buen hijo de Dios: se alcanza también —sin que se sepa cómo, ni
por qué camino— ese endiosamiento maravilloso, que nos ayuda a enfocar los
acontecimientos con el relieve sobrenatural de la fe; se ama a todos los
hombres como nuestro Padre del Cielo los ama y —esto es lo que más cuenta— se
obtiene un brío nuevo en nuestro esfuerzo cotidiano por acercarnos al Señor. No
importan las miserias, insisto, porque ahí están los brazos amorosos de Nuestro
Padre Dios para levantarnos” (“Amigos de Dios” n° 146)
Pidamos a san Felipe y a Santiago el Menor que nos ayuden a
conocer aún mejor a nuestro Señor Jesucristo, para que él nos conduzca al
Padre, ya en este mundo. Pidamos también a la Virgen María que nos ayude a dar
una vez más el primer paso para tratar con la mayor intimidad posible a su
Divino Hijo, en su Santa Humanidad.
Alphonse Vidal // Cecilie Arcurus
Fuente: Opus Dei