La ciudad donde Jesús creció no es sólo preparación, sino ya salvación cuando Dios asume por amor compartir la pobreza con sus hijos
De
entre los muchos aspectos que se podrían resaltar de Carlos de Foucauld, uno me
parece esencial para la Iglesia de hoy: NAZARET.
La Gran Iglesia no crecerá si
ignora que sus raíces están escondidas en la atmósfera de Nazaret.
Será Carlos de Foucauld quien, en
busca del “último lugar”, durante su peregrinación a Tierra Santa, descubrió
Nazaret, y fue el lugar que más le llamó la atención:
“No se sintió llamado a caminar
siguiendo a Jesús en su vida pública. Es Nazaret lo que le hiere en el fondo de
su corazón ”.
M. Carrouges, Charles de Foucauld, explorateur mystique, Cerf, Paris
1958, 93
El último lugar
Quería seguir a Jesús silencioso,
pobre y trabajador. Quería cumplir al pie de la letra la palabra de Jesús:
“Cuando te inviten, ve y ponte en
el último lugar”.
Lucas
14, 10
Sabía que Jesús mismo había dado
la explicación de esta palabra viviéndola primero; sabía que, incluso antes de
su muerte en la cruz, desnudo y sin nada, Jesús había elegido el último
lugar en Nazaret.
Trabajo saludable
Carlos de Foucauld encontró su
Nazaret primero en la Trapa de “Nuestra Señora de las Nieves” (1890).
Luego, sólo seis meses después,
en Siria, en una trapa aún más pobre, en “Nuestra Señora del Sagrado
Corazón”. Es desde allí que escribió a su hermana:
“Hacemos trabajo campesino,
trabajo infinitamente saludable para el alma durante el cual puedes rezar y
meditar … ¡Entiendes tan bien lo que es un trozo de pan cuando conoces por
experiencia el cansancio que se requiere para producirlo!“.
Ibíd., 106
Redescubrir la pobreza
Este proceso de Foucauld de
trabajar con Jesús obrero y sumergirse en “Nazaret” sirvió de punto de partida
para la idea y realidad de los “sacerdotes obreros”.
Para la Iglesia fue un redescubrimiento
de la pobreza.
«La Nueva Alianza no comienza en
el Templo, ni en el Monte Santo, sino en la casita de la Virgen, en la casa del
trabajador, en uno de los lugares olvidados de la “Galilea de los paganos” de
la que nadie esperaba nada. Solo a partir de ahí la Iglesia podrá reiniciarse y
sanar. Nunca podrá dar la verdadera respuesta a la revuelta de nuestro siglo
contra el poder de la riqueza si, en su seno, Nazaret no se convierte en una
realidad vivida».
J. Ratzinguer, El Dios de los cristianos, Sígueme, Salamanca 1979, 72-74
Las 3 claves que mostraron a
Carlos su camino
¿Cómo llega Carlos de Foucauld a
descubrir que su camino de seguimiento consiste en la imitación de la vida de
Jesús en Nazaret? Gracias a estos tres elementos:
1. JESÚS ELIGIÓ SER EL ÚLTIMO
Por un lado, las palabras de Abbé
Huvelin, que Carlos recordará toda su vida:
“Cristo ha elegido para sí el
último puesto, de tal manera, que nadie se lo podrá arrebatar”.
Esto hizo que Carlos viera a
Jesús como un pobre y, más aún, como el último entre los pobres.
2. EL MONJE HARAPIENTO
En segundo lugar, Foucauld tuvo
una experiencia que lo marcó fuertemente. Visitó la abadía de Fontgombault y
fue recibido por un monje vestido de manera sucia y con la ropa
raída.
Ese encuentro, muy simple, le
causó tal impresión que alimentó su deseo de imitar a Jesús en su condición de
pobre obrero de Nazaret.
3. VISITAR NAZARET
Y el acontecimiento definitivo
fue la peregrinación a Tierra Santa que realizó por recomendación de
Abbè Huvelin en 1888.
Y es que cuando Foucauld entró
en la aldea de Nazaret se encontró con un lugar perdido y abandonado.
Ahí tomó plena conciencia de que
Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, había vivido treinta años de vida, como
todo el mundo, en el máximo ocultamiento, pasando prácticamente inadvertido.
Ahí tocó casi con la mano,
el amor de Dios por nosotros, ya que el Hijo, había recorrido un camino
de pequeñez y de desprendimiento radical, por nosotros y
por nuestra salvación.
Desde ese momento no tuvo dudas
de que su camino de seguimiento consistía en abrazar, como su Señor, el último
lugar, imitando la vida de Nazaret, es decir, la de un pobre y humilde obrero.
Abandono escogido
El 13 de agosto de 1905, llega
a Tamanrasset,
donde vivirá hasta su muerte el 1 de diciembre de 1916.
Tamanrasset era un conjunto de
veinte pobres cabañas en el corazón del macizo de Hoggar, a 1400 metros de
altitud, en el oeste del Sáhara, al sur de Argelia.
Decide establecerse ahí, porque
sabe que ningún tipo de ayuda llegará hasta ellos, y por lo mismo, son los más
abandonados de todos.
Ahí aprenderá la lengua de los
tuaregs y se dedicará a traducir el evangelio a este idioma, y a recopilar gran
cantidad de poemas y textos propios de la cultura de este pueblo.
Es decir, se sumergirá en cuerpo
y alma en el conocimiento y el servicio de estas poblaciones nómadas del África
sudsahariana.
Nazaret es encarnación y ya
salvación
Carlos se establece en
Tamanrasset para hacerse uno de ellos, siguiendo a Jesús, a través
del misterio de Nazaret.
Es un acto de redención, en
cuanto es encarnación del Verbo, que asume nuestra humanidad
plenamente, haciendo suya nuestra carne y todas sus vicisitudes, sin escatimar
nada.
Como una semilla que
cae en tierra, y es cubierta, pasando inadvertida, transformándose ella misma
en tierra, muriendo, posibilitando así que brote una planta nueva.
Nazaret es Encarnación y, por lo
mismo, es salvación, porque Dios salva asumiendo en sí todo lo que somos,
incluido el pecado.
Nazaret no es preparación para la
misión ni mera condición histórica, es ya cumplimiento de la misión del Hijo, y
no sólo prolongación de la infancia y de Belén, es misterio del Jesús adulto.
José Luis Vázquez Borau
Fuente: Aleteia