Las palabras del Papa en la misa de la fiesta del Corpus Christi indican la fuente de todo auténtico camino eclesial
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El Paráclito impulsa
a la unidad, a la concordia y a la armonía de las diversidades". Papa Francisco |
"Si
faltan el asombro y la adoración, no hay camino que nos lleve al Señor. Tampoco
habrá sínodo, nada...". Es una frase añadida espontáneamente a la homilía
de la misa de la fiesta del Corpus Christi que dice mucho sobre el modo en que
el Papa ve el "proceso" que se pondrá en marcha para el próximo
sínodo y los caminos sinodales ya en curso. Y dice todo sobre la fuente de cada
auténtico camino eclesial. Porque, como expresó Francisco en la misma homilía,
"es necesario salir de la pequeña habitación de nuestro yo y entrar en el
gran espacio del estupor y la adoración. Y esto nos hace mucha falta. Esto nos
falta en muchos movimientos que nosotros hacemos para encontrarnos, reunirnos,
pensar juntos la pastoral”.
En
un artículo publicado en La Civiltà Cattolica el pasado mes de septiembre, el
Papa Francisco había dejado entrever el juicio al que había llegado sobre un
determinado modo de tratar la vieja cuestión de los "viri probati" y
la propuesta de ordenar a los hombres casados que surgió en el Sínodo sobre la
Amazonia: "Hubo una discusión... una rica discusión... una discusión bien
fundamentada, pero no un discernimiento, que es otra cosa que llegar a un buen
y justificado consenso o a mayorías relativas. Debemos entender que el Sínodo
es más que un Parlamento; y en este caso concreto no podía escapar a esta
dinámica. En este tema ha sido un Parlamento rico, productivo e incluso
necesario; pero no más que eso".
Sin el asombro (que se produce
por gracia y ciertamente no por imposición), y sin la adoración (que también es
una consecuencia de la gracia y que tampoco se puede dar por supuesta), la
Iglesia se mundaniza y acaba asumiendo categorías políticas e ideológicas. Y
así, el protagonista ya no es Aquel sin el cual no podemos hacer nada, sino las
estrategias, las tácticas, los fuegos artificiales de la comunicación de
marketing, los grupos de presión y las asociaciones con sus respectivas
agendas, quizás de signo contrario pero unidos por la ausencia de comunión. Es
una distorsión en cierto modo más grave que muchas otras "heridas" y
pecados, porque deja vacía y seca desde dentro la dinámica de la vida eclesial,
poniendo en primer plano no la escucha del Espíritu Santo sino nuestros
proyectos, la eficacia de nuestras estructuras y nuestros planes de reforma.
Este es un riesgo del que el Sucesor de Pedro lleva tiempo advirtiendo, como lo
hizo recientemente también en la homilía de Pentecostés, cuando recordó que “el
Paráclito afirma la primacía del conjunto. Es en el conjunto, en la
comunidad, donde el Espíritu prefiere actuar y llevar la novedad… Hoy, si
escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas,
tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda. Si estos son los
criterios, quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu. El Paráclito
impulsa a la unidad, a la concordia, a la armonía en la diversidad. Nos
hace ver como partes del mismo cuerpo, hermanos y hermanas entre nosotros.
¡Busquemos el todo! El enemigo quiere que la diversidad se transforme en
oposición, y por eso la convierte en ideologías”.
Vatican News