9 – Junio. Miércoles de la X semana del Tiempo Ordinario
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No creáis que he
venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar
plenitud. En verdad os digo que antes
pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o
tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y
se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los
cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Comentario
Jesús les enseña el valor perenne del Antiguo Testamento
porque es palabra de Dios y goza de autoridad divina.
Al
mismo tiempo proclama una ley más elevada que es la ley del Amor, la ley del
Espíritu que resuena en cada corazón humano: “no he venido a abolir la Ley o
los Profetas sino a darles su plenitud”.
Les enseña que ha venido a promulgar de manera definitiva la
ley de Dios. Todo lo realiza mediante su predicación y sobre todo mediante su
ofrecimiento en la Cruz.
Así enseña Jesús cómo llevar a cabo la voluntad de Dios.
Será grande quien la realice y, al contrario, será el más pequeño quien no los
cumpla. “El que quebrante uno solo de estos mandamientos incluso de los más
pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el
Reino de los cielos. Por el contrario, el que los cumpla será grande en el
Reino de los cielos”.
La ley del Señor es la ley de la libertad porque es la ley del Amor y, en el amor hasta lo más pequeño tiene una enorme importancia. Así enseñaba San Josemaría en Camino: “Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas”[1].
[1] San Josemaría, Camino n. 818
Javier Massa
Fuente: Opus Dei