El Papa Francisco compartió importantes consejos prácticos para la formación de sacerdotes
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Imagen referencial. Papa Francisco con seminaristas en 2017. Foto: Vatican Media |
“Me gusta imaginar el Seminario como la familia de Nazaret, donde
Jesús fue recibido, cuidado y formado con vistas a la misión que le encomendó
el Padre. El Hijo de Dios aceptó dejarse amar y guiar por sus padres humanos,
María y José, enseñándonos a cada uno de nosotros que sin docilidad nadie puede
crecer y madurar”, dijo el Santo Padre.
En esta línea, el Papa sugirió pedir el don de la “docilidad” porque “es
una virtud que no solo se adquiere, sino que se recibe. Es importante que cada
uno de ustedes se pregunte siempre: ‘¿Soy dócil? ¿Soy rebelde o no me importa
nada, hago lo que me da la gana?’ No: ser dócil es una actitud constructiva de
la propia vocación y también de la propia personalidad” y añadió que “sin docilidad, nadie puede crecer y
madurar”.
En este sentido, el Papa recordó la importancia del actual Año de San José y señaló que “la
figura de San José es el modelo más bello en el que sus formadores están
llamados a inspirarse para salvaguardar y cuidar su vocación”.
A los formadores de los sacerdotes, el Santo Padre alentó a “ser
lo que San José fue para Jesús”, es decir, a “que aprendan más de su vida que
de sus palabras, como ocurrió en la casa de Nazaret, donde Jesús se formó en la
escuela del valor creativo de José”.
Al citar la carta
apostólica Patris Corde con la
que convocó el Año de San José, el Papa Francisco destacó la importancia del
ejemplo en “la obediencia, la laboriosidad de su dedicación al trabajo, la
generosidad hacia los pobres del testimonio de su sobriedad y disponibilidad,
la paternidad de su afecto vivo y casto”.
Acerca de la castidad,
el Papa Francisco explicó que “la tradición también le ha puesto a José, junto
al apelativo de padre, el de ‘castísimo’. No es una indicación meramente
afectiva, sino la síntesis de una actitud que expresa lo contrario a poseer”.
“La castidad está en ser libres del afán de poseer en todos los
ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El amor
que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca,
hace infeliz”, indicó.
Luego, el Santo Padre animó a los seminaristas a “seguir el
ejemplo de Jesús, que se dejó educar dócilmente por José. Él, desde joven tuvo
que experimentar las dificultades que conlleva todo camino de crecimiento,
plantearse las grandes preguntas de la vida, empezar a asumir sus
responsabilidades y tomar sus propias decisiones”.
Jesucristo “era Dios, no le hacía falta; no: Él aprendió, pero
aprendió en serio, no hizo como si aprendiera: no, aprendió. Era Dios, sí, pero
era un verdadero hombre: pasó por todas las etapas del crecimiento de un
hombre. Quizás no hayamos reflexionado lo bastante sobre el joven Jesús,
dedicado a discernir su propia vocación, a escuchar y confiar en María y José,
a dialogar con el Padre para comprender su misión”, agregó el Papa.
Consejos a los seminaristas
En este sentido, el Santo Padre compartió consejos concretos para
quienes se encuentran en el camino de formación al sacerdocio, aplicable
también a cualquier tipo de vida religiosa.
En primer lugar, el Papa pidió “no se conformen con ser hábiles en el uso de las redes
sociales y los medios de comunicación para comunicar”
porque “solo transformados por la Palabra de Dios podrán comunicar palabras de
vida”.
“El mundo
está sediento de sacerdotes capaces de comunicar la bondad del Señor a
quienes han experimentado el pecado y el fracaso, de sacerdotes expertos en
humanidad, de pastores dispuestos a compartir las alegrías y las penas de sus
hermanos, de hombres que se dejen marcar por el grito de los que sufren. Tomen
la humanidad de Jesús del Evangelio y del Sagrario, búsquenla en la vida de los
santos y de tantos héroes de la caridad, piensen en el ejemplo genuino de
quienes les transmitieron la fe, de sus abuelos, de sus padres”, exhortó.
Luego, el Santo Padre sugirió “leer a los grandes humanistas” a los
“escritores que han sabido escrutar el alma humana” y puso el ejemplo del autor
ruso Dostoievski “que en las míseras vicisitudes del dolor terrenal
supo desvelar la belleza del amor que salva”.
“Pero alguno de ustedes dirá: ¿qué tiene que ver Dostoievski con
esto? ¡Es algo para los literatos! No, no: es para crecer en humanidad. Lean a
los grandes humanistas. Un sacerdote puede ser muy disciplinado, puede ser
capaz de explicar bien la teología, incluso la filosofía y muchas cosas.
Pero si no es
humano, no sirve de nada. Que se vaya y sea profesor. Pero si
no es humano no puede ser sacerdote: le falta algo. ¿Le falta la lengua? No,
puede hablar. Le falta el corazón ¡Expertos en humanidad!”, pidió el Papa.
Después, el Pontífice subrayó que el seminario “no debe alejarlos
de la realidad, de los peligros y menos aún de los demás; al contrario, debe
acercaros más a Dios y a sus hermanos” para no caer en la rigidez.
“Desconfíen de las experiencias que conducen a intimismos estériles,
de los ‘espiritualismos gratificantes’ que parecen dar consuelo y, en cambio,
conducen a la cerrazón y a la rigidez. Y aquí me detengo un momento. La
rigidez, está algo de moda hoy en día; y la rigidez es una de las
manifestaciones del clericalismo. El
clericalismo es una perversión del sacerdocio: es una
perversión. Y la rigidez es una de sus manifestaciones. Cuando encuentro a
un seminarista o a un joven sacerdote rígido digo ‘a este le pasa algo malo por
dentro’. Detrás de toda rigidez hay un grave problema, porque la rigidez carece
de humanidad”, advirtió el Santo Padre.
Cuatro dimensiones de la formación
Asimismo, el Papa reflexionó en la importancia de las cuatro
dimensiones de la formación “la humana, la espiritual, la intelectual y la
pastoral”.
Sobre la dimensión
humana, el Papa destacó la importancia de la formación de la
afectividad y pidió no olvidar sus sentimientos ni encerrarse en si mismos
cuando atraviesen “un momento de crisis o de debilidad: es propio de la
humanidad hablar de ello” por lo que pidió “hablar con sinceridad y luchar
contra toda forma de falsedad interior”.
“Los que ponen cara de la beata Imelda y por dentro son un
desastre: no; esa es falsedad interior. No se hagan los buenecitos, no. Cultiven
relaciones limpias, alegres, liberadoras, humanas, plenas, capaces de amistad,
capaces de sentimientos, capaces de fecundidad”, recomendó.
Sobre la dimensión
espiritual, el Santo Padre subrayó que la oración sea la
ocasión de “encuentro personal con Dios, de diálogo, de confianza con Él” y
evitar el “ritualismo”. Y si te enfadas con Dios, enfádate: porque enfadarse
con tu papá es una forma de comunicar amor. No tengas miedo: Él entiende ese
lenguaje, es padre - encuentro personal con Dios, de diálogo y confianza con
Él.
“Que la
liturgia y la oración comunitaria no se conviertan en una
celebración de nosotros mismos. Una vez fui a comprar camisas -cuando aún podía
salir ahora no puedo- a una tienda de trajes para eclesiásticos. Había un
joven, un seminarista o sacerdote, que buscaba ropa. Le miré: se estaba mirando
en el espejo. Y me vino a la mente esta frase: éste se está celebrando a sí
mismo, y hará lo mismo frente al altar. Por favor, que cada celebración litúrgica no sea
una celebración de nosotros mismos. Enriquezcan su oración de
rostros; siéntanse ya desde ahora como intercesores por el mundo”, indicó.
Acerca de la dimensión
intelectual, el Papa pidió estudiar “con lucidez y competencia
en la complejidad de la cultura y el pensamiento contemporáneos, a no tenerles
miedo, a no serles hostiles” y añadió que en el mundo actual se requiere “la
sabiduría del Evangelio” porque “hoy
más que nunca: hace falta estudio, competencia, la preparación para hablar con
este mundo”.
Sobre la dimensión pastoral, que les permita “salir con entusiasmo
al encuentro de la gente” porque “se es sacerdote para servir al Pueblo de
Dios, para ocuparse de las heridas de todos, especialmente de los pobres”.
“A veces, veo libros o congresos sobre el sacerdocio que tocan
esto, este aspecto, aquel otro, aquel otro... Es cierto, hace falta estudiar
eso, pero si todos estos aspectos no están enraizados en su pertenencia al
santo pueblo fiel de Dios, son solo reflexiones académicas que no sirven.
Tú eres sacerdote
del santo pueblo fiel de Dios, eres sacerdote porque tienes el
sacerdocio bautismal y esto no puedes negarlo”, alertó.
Por último, el Papa sugirió aprender de los sacerdotes ancianos
“que tienen la sabiduría del buen vino, a los que con su testimonio les
enseñarán a resolver los problemas pastorales, a los que, de párrocos, se sabían el nombre de
todos, de cada uno de sus fieles, hasta el nombre de los perros:
esto me lo dijo uno de ellos. Pero cómo ¿hacía usted para saberlo – le pregunté
yo- a conocer a todos teniendo cuatro parroquias? ‘Sí, sí, se puede’, me
dijo con humildad. ‘Pero ¿había conseguido conocer a todos?’ ‘Sí, me sabía el
nombre de todos, incluso el de los perros’. Muy bueno”.
“Un sacerdote tan cercano, y también tan cercano al Sagrario: custodiaba a
todos desde la fe y la paciencia en Jesús. Sacerdotes
ancianos que se han cargado a los hombros tantos problemas de la gente y les
han ayudado a vivir más o menos bien, y han ayudado a morir bien a todos.
Hablen con estos sacerdotes, que son el tesoro de la Iglesia. Muchos de
ellos... a veces están olvidados o en una residencia de ancianos: vayan a
verlos. Son un tesoro”, concluyó el Papa.
Por Mercedes de la Torre
Fuente: ACI Prensa