12 – Junio. Sábado. Inmaculado Corazón de la Bienaventurada Virgen María
Evangelio según san Lucas 2,
41-51
Misioneros digitales católicos MDC
Sus padres solían ir cada año a
Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la
fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús
se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que
estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo
entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén
buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo,
sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos
los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has
tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por
qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero
ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret
y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
El asombro, ellos «quedaron
sorprendidos», y la angustia, «tu padre y yo, angustiados», son los dos
elementos sobre los que me gustaría llamar tu atención: asombro y angustia. En
la familia de Nazaret, el asombro nunca cesó, ni siquiera en un momento
dramático como la pérdida de Jesús: es la capacidad de sorprenderse por la
manifestación gradual del Hijo de Dios. [...] Sorprenderse es abrirse a los
demás, comprender las razones de los demás: esta actitud es importante para
sanar las relaciones comprometidas entre las personas y también es
indispensable para sanar heridas abiertas dentro de la familia. [...] El segundo
elemento que me gustaría comprender del Evangelio es la angustia que
experimentaron María y José cuando no encontraban a Jesús. [...] La angustia
que sintieron en los tres días de la pérdida de Jesús también debe ser nuestra
angustia cuando estamos lejos de Él, cuando estamos lejos de
Jesús. ÁNGELUS, 30 de diciembre de 2018
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