15 – Junio. Martes de la XI semana del Tiempo Ordinario
![]() |
Misioneros digitales católicos MDC |
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.
Comentario
¡Qué grande es
el horizonte moral que el Señor nos propone en el Evangelio de hoy! «Sed vosotros
perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (v. 48). Para entenderlo
bien, lo hemos de leer a la luz de la nueva vida que Jesús nos trae. Se trata
de una vida de gracia, en la que el Padre nos regala las fuerzas espirituales
para aspirar a la perfección.
Esa perfección
a la que Jesús nos llama no es perfeccionista: no se trata de que todas
nuestras acciones exteriores sean óptimas y sin limitaciones, sino de que
nuestro obrar esté empapado del amor de Dios, a pesar de nuestros defectos. Lo importante
es ir perfeccionando la caridad. Dejar que el Señor cambie nuestro modo de ver
y sentir, para que nuestro corazón sea más como el suyo. Y así, gradualmente,
está transformación se irá reflejando en nuestras obras.
Precisamente
este mismo Evangelio nos propone una clara manifestación de la caridad. Se
trata de convivir con todos, sin clasificar el mundo entre “amigos” y
“enemigos”. A veces ocurre que nos encontramos con personas que se oponen a
nosotros y no acertamos a descubrir el motivo. Jesús nos invita a no
desanimarnos y a seguir tratándolos con amabilidad. El Padre los sigue
considerando sus hijos, y les da el sol y la lluvia, los cuida esperando el
momento de su conversión. Y quizá nuestra paciencia pueda ser el instrumento
para que cambien de vida.
Muchos
malentendidos se resuelven a base de gestos de amor. Cuando alguien ha perdido
la confianza, quizá las explicaciones no son bien recibidas. Es el momento de
ir a lo concreto, de conquistar al otro con detalles diarios de afecto. San
Josemaría decía que los demás pueden cambiar su opinión de nosotros «cuando se
den cuenta de que “de verdad” les quieres. De ti depende» (San Josemaría, Surco,
n. 734). Con la ayuda de Dios, procuremos encontrar esos gestos que hacen que
los demás se sepan queridos.
Rodolfo
Valdéz
Fuente: Opus Dei