23 – Junio. Miércoles de la XII semana del Tiempo Ordinario
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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuidado con
los falsos profetas. Se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por
dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas
de los espinos o higos de los cardos?
Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos
malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede
producir frutos buenos. Todo árbol que no produce frutos buenos es cortado y
arrojado al fuego. Así que por sus frutos los conocerán”.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
¿Cómo podemos entender si nuestro ojo está libre o si está
obstaculizado por una viga? De nuevo es Jesús quien nos lo dice: «No hay árbol
bueno que dé fruto malo, y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno.
Cada árbol se conoce por su fruto» (Lc 6,43-44). El fruto son las acciones,
pero también las palabras. La calidad del árbol también se conoce de las
palabras. Efectivamente, quien es bueno saca de su corazón y de su boca el bien
y quien es malo saca el mal, practicando el ejercicio más dañino entre nosotros,
que es la murmuración, el chismorreo, hablar mal de los demás. Esto destruye;
destruye la familia, destruye la escuela, destruye el lugar de trabajo,
destruye el vecindario. Por la lengua empiezan las guerras. Pensemos un poco en
esta enseñanza de Jesús y preguntémonos: ¿Hablo mal de los demás? ¿Trato
siempre de ensuciar a los demás? ¿Es más fácil para mí ver los defectos de
otras personas que los míos? Y tratemos de corregirnos al menos un poco: nos
hará bien a todos. ÁNGELUS 3 de marzo de 2019
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