"Donde todo está orientado sólo al deber y al derecho, de pronto, todas las relaciones humanas se han roto"...
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fizkes | Shutterstock |
La
libertad es el camino y es la meta. El sueño que habita en mi alma y mi más
profundo deseo.
Libre de apegos enfermizos y
esclavitudes que no me dejan volar alto. Libre para ser yo mismo sin
pretender contentar a todos con mi vida. Para amar sin miedo a dejar el corazón
anclado, aunque siempre duela.
Libre para tocar el cielo sin
renunciar a ser yo mismo en todo momento. Libre de mi pasado y consciente
de lo importante que ha sido lo vivido para ser hoy quien soy.
No importan los años
transcurridos, todo cuenta. Lo importante es que entregue el corazón con
libertad y viva sin miedo a perder nada.
Libre en la fidelidad a mis
compromisos elegidos. Y libre por amor para darme.
«Donde todo está orientado sólo
al deber y al derecho, de pronto, todas las relaciones humanas se han roto».
J. Kentenich, Lunes por la tarde,Tomo 2: Caminar con Dios a lo largo del día
El amor no es un derecho
Por deber no te puedo amar, nunca
por obligación. Como dice un dicho popular: «A la fuerza no hay cariño».
No exijo mi derecho a ser
amado. Soy libre en mi corazón para amar hasta el final de mis días.
Y permanezco a tu lado por
libertad, no por una obligación adquirida. Sino porque vuelvo a elegir lo
que ya había elegido antes.
Los errores de los santos Pedro y
Pablo
San Pablo fue Saulo antes de caer
de su caballo. Pensaba que era libre cuando pensaba que Dios lo guiaba y así
mató a cristianos, como un deber sagrado.
Hasta que escuchó una voz que
cambió su vida y eligió otro camino: entregar la vida por Aquel al que había
perseguido.
Dejó de perseguir para ser
perseguido. Dejó el lado de los poderosos para formar parte de los débiles.
Dejó el lado de las obligaciones
para elegir la libertad de los hijos de Dios. Dejó de proteger la ley y el
derecho para vivir sin protecciones.
Nunca olvidó quién era y tuvo que
perdonarse muchas veces por el daño causado a tantos inocentes. Y el
perdón de Jesús lo hizo libre.
Y san Pedro, la piedra rota,
lloró por haber negado tres veces. No se sintió libre esa noche y
midió sus palabras, se protegió en sus silencios, porque amaba su vida.
Se escondió porque no quería
perder sus días, aún no era libre. No estaba preparado para entregarlo todo.
Cuándo puedo decidir libremente
En ocasiones siento que la vida
se juega en decisiones libres que tomo cuando llega el momento.
Cuando estoy preparado para ser libre y vivir con libertad.
Ese momento llega cuando Dios me
mira con ojos de misericordia y me recuerda cuánto valgo y quién soy
en realidad.
Y yo entiendo, por fin lo
comprendo, y abrazo la libertad soñada sin olvidar nunca de dónde vengo.
Soy débil y pecador.
Cada uno tiene su pasado, su
vida, su historia. Sus dolores y sus heridas. Sus momentos duros y oscuros, y
sus pasajes llenos de luz. Lo que no quiero contar a otros, lo que no me perdono
todavía.
Y desde lo vivido sólo tengo una
posibilidad. Quiero elegir de nuevo el camino de la libertad.
En mi interior siempre está la
libertad
Elijo lo importante porque las
apariencias no son decisivas. Adriana Arreola escribe con un corazón libre
desde su enfermedad:
«No importa cuán oscuro sea el
camino, siempre hay luz en nuestro interior. Siempre hay fuerza en nuestro ser.
Con una sonrisa en el alma».
Y es una gran verdad, en mi
interior siempre hay esperanza. Dentro de mí hay una libertad a la que no estoy
dispuesto a renunciar nunca.
Una actitud positiva en medio de
la tormenta. Y una paz profunda ante el abismo al que me conduce la corriente.
Elijo subir
Me giro sobre mí mismo y escalo
las más altas montañas sin dejarme llevar por el desánimo o el miedo, ni por
esa tendencia a no hacer nada.
Elijo el camino escarpado ante
mis ojos y me siento libre. Y al escribirlo veo que en mis palabras está el
anhelo más profundo de mi alma reflejado.
Y también el de aquel que lea
esas mismas palabras. Como leía un día:
«Los libros son espejos: sólo se
ve en ellos lo que uno ya lleva dentro».
Carlos Ruiz Zafón, La sombra del viento
Y las palabras sólo son pilares
sobre los que se asienta mi vida. Sólo me construyen cuando nacen de dentro.
Y al verme espejado en ellas
brota en mi interior ese mismo deseo de ser libre.
El amor libera
Pedro, al escuchar tres veces una
pregunta que no lo acusa, sino que lo sostiene, cambia su mirada y su corazón:
«Pedro, ¿me amas?».
Y elige el amor, porque ahora sí
se siente libre. Es más de Dios y está menos atado a las rocas y cadenas que
antes llevaba en el alma.
Le pesaban su falta de perdón y
su deseo frustrado de salvar la vida del Maestro. Aún recordaba sus palabras
grandilocuentes e inútiles dichas en una última cena.
Y Pablo, sostenido por la voz de
Jesús que lo ama, lo elige a Él. Resuena una pregunta que no es
acusatoria: «Saulo, ¿por qué me persigues?».
Lo confronta con su corazón puro
y magnánimo. Y Saulo entiende sin ver, en medio de su ceguera. Y cree. Y se
sabe libre siendo el último de los apóstoles. No tenía nada que perder.
Los dos hicieron sus caminos
hacia la libertad. Los dos desde esa pregunta hecha por un enamorado.
Saulo dejó de perseguir. Y Pedro
dejó de dudar. Y los dos se hicieron libres atados a un amor más grande que los
hizo vivir con paz y sin miedo. Es lo que yo deseo, esa libertad profunda.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia