27 – Julio. Martes de la XVII semana del Tiempo Ordinario
![]() |
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio
según san Mateo 13, 36-43
Luego dejó a
la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos
la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó:
«El que
siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la
buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del
Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de
los tiempos y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y
se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre
enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos
los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el
llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol
en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
Comentario
Para entender
bien el evangelio de hoy, con la explicación del Señor de la parábola de la
cizaña, sin duda es necesario leer antes el texto completo, es decir los
versículos 24 al 30 del mismo capítulo de San Mateo, que hemos leído el sábado
pasado. Esa lectura nos aclara el origen de la cizaña: el que la sembró fue un
enemigo del propietario del campo.
Eso explica
también la sorpresa de los siervos que, un buen día, descubrieron el campo de
trigo cubierto con esta planta nociva. Hay que decir que, en las primeras
semanas, las dos plantas —el trigo y la cizaña— se parecen mucho, hasta el
punto de que es muy difícil distinguirlas. Por eso el Señor les aconseja que
esperen hasta la siega, para no arrancar involuntariamente el buen trigo.
El Señor dice
que el campo es el mundo y el enemigo el diablo. Sin caer en el pesimismo,
podemos afirmar que lo comprobamos prácticamente a diario en la mayor parte de
los países. Pero esa explicación no excluye otra un poco más personal, en la
que el campo es nuestra alma. Dios siembra en ella su gracia, como lo veíamos
ayer, y el diablo la cizaña, los malos deseos.
¿Qué hacer? En
el terreno personal, es sin duda alguna indispensable reaccionar lo antes
posible, sin esperar el fin de los tiempos. Lo que exige una de las prácticas
de piedad que se ha vivido siempre en la Iglesia: el examen de conciencia. ¿Su
objeto?: a la vez los temas personales y nuestra responsabilidad en la marcha
de los asuntos del mundo en el que vivimos.
¿Propósito?
Quizás estar más vigilantes, porque una de las causas de la abundancia de
cizaña es la pereza de los hombres. San Josemaría nos lo dice en una de sus
homilías: “¡triste pereza, ese sueño!” (“Es Cristo que pasa”, n° 123).
Alphonse
Vidal
Fuente: Opus
Dei