14 – Julio. Miércoles de la XV semana del Tiempo Ordinario
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En aquel momento tomó la palabra
Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque
has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a
los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por
mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino
el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Comentario
Es bonito ver cómo los padres,
cuando han puesto en marcha algo grande, transmiten toda su experiencia a sus
hijos para que puedan hacerse cargo de la empresa familiar y llevarla a mayor
éxito y grandeza. Algo parecido dice Jesús de su Padre Dios: “Todo me lo ha
entregado mi Padre”.
La vida de Jesús no se puede
entender sino como vida del Hijo de Dios en su perfecta unidad con el Padre. Y
uno de los tesoros más grandes que nos ha regalado con su encarnación ha sido
justamente enseñarnos al Padre, al Dios a quien nadie había contemplado jamás:
“a Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios Unigénito, el que está en el seno del
Padre, él mismo lo dio a conocer” (Jn 1,18).
Cuando Felipe le dice en la
última cena: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, Jesús le contesta
“Felipe, ¿tanto tiempo llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha
visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,8-9). Cuando dudemos de la cercanía y de
la bondad de Dios podemos volver a contemplar en las páginas del Evangelio la
vida y el corazón de Jesús: allí encontramos la consolación de un Padre que nos
ama como hijos únicos.
El descubrimiento de nuestra
filiación divina es el regalo de Dios en Jesucristo. San Josemaría así contaba
cómo lo experimentó en el otoño de 1931: “Aprendí a llamar Padre, en el
Padrenuestro, desde niño; pero sentir, ver, admirar ese querer de Dios de que
seamos hijos suyos..., en la calle y en un tranvía - una hora, hora y media, no
lo sé -; Abba, Pater!, tenía que gritar” (Meditación del 24-XII-1969).
Ese don inmenso es algo que cada
uno de nosotros tiene que descubrir y experimentar personalmente en su vida.
Giovanni Vassallo
Fuente: Opus Dei