16 – Julio. Viernes. Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo
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En aquel tiempo atravesó Jesús en
sábado un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar
espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: «Mira, tus
discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado». Les
replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron
hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la proposición,
cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino solo a los
sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el
sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es
más que el templo. Si comprendierais lo que significa “quiero misericordia y no
sacrificio”, no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es
señor del sábado»
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Concluyendo ese diálogo con los fariseos, Jesús les recuerda una palabra del profeta Oseas (6, 6): «Id, pues, a aprender qué significa aquello de: misericordia quiero, que no sacrificio» (Mt 9, 13). Dirigiéndose al pueblo de Israel el profeta lo reprendía porque las oraciones que elevaba eran palabras vacías e incoherentes. A pesar de la alianza de Dios y la misericordia, el pueblo vivía frecuentemente con una religiosidad «de fachada», sin vivir en profundidad el mandamiento del Señor. Es por eso que el profeta insiste: «misericordia quiero», es decir la lealtad de un corazón que reconoce los propios pecados, que se arrepiente y vuelve a ser fiel a la alianza con Dios. «Y no sacrificio»: ¡sin un corazón arrepentido cada acción religiosa es ineficaz! AUDIENCIA GENERAL 13 de abril de 2016
Vatican News