XIV. El esfuerzo por la unidad
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Concilio ecuménico de Ferrara-Florencia |
En el período histórico
comprendido entre mediados del siglo XV y el año 1517 que corresponde
aproximadamente a dos generaciones se pasó de las fundadas esperanzas en la
plena restauración de la unidad cristiana al drama de la escisión religiosa de
la propia Cristiandad occidental. Los papas del siglo XV aspiraban a poner
término al cisma oriental, y ese mismo deseo sentían los más claros varones de
la Iglesia griega. La amenaza turca sobre el Imperio bizantino inclinaba
también a los gobernantes de Constantinopla a aproximarse al Occidente
cristiano. El concilio ecuménico de Ferrara-Florencia fue un gran concilio
unionista. El emperador Juan VIII y setecientos representantes de los
Patriarcados orientales y de la Iglesia rusa se hallaban presentes. Todas las
cuestiones disciplinarias y teológicas que separaban a los orientales de la
Iglesia católica fueron debatidas ante el papa y el emperador, y por fin, el 6
de julio de 1439, la bula de unión Laetentur Caeli fue solemnemente proclamada,
y a ella se adhirieron en años sucesivos una serie más de confesiones
cristianas de Oriente.
Pero el emperador de Oriente y el patriarcado de Rusia determinaron no asumir
tales acuerdos. Por fin, el 12 de diciembre de 1452, el emperador Constantino
XI, sucesor de Juan VIII, decidió proclamar la unión de las Iglesias, pese a la
violenta hostilidad de los fanáticos antilatinos. Pero al caer Constantinopla
en poder de los turcos el 29 de mayo de 1453, se perdió el Imperio cristiano de
Oriente. Con él desapareció también aquel logro tanto tiempo anhelado de la
unidad de las Iglesias orientales con Roma, justamente cuando parecía que se
acababa de conseguir.
Un hecho indudable es que el pueblo seguía siendo profundamente religioso y
cristiano. La Baja Edad Media no tuvo aquel ímpetu creador de los grandes
tiempos de la Cristiandad, pero no por ello careció de valores espirituales.
Por: Concepción Carnevale
Fuente: Catholic.net