Las Tres Avemarías, una devoción nacida del siglo XIII y recuperada en el XX: una autopista al cielo
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| Esta devoción ha revivido en el siglo XX y XXI / Foto Roberta-Cathopic |
Esta devoción volvió a coger
impulso a inicios del siglo XX gracias al santuario de Nuestra Señora de
la Trinidad
en Blois, en el departamento francés del Loira.
La Virgen reveló a esta humilde
monja una forma de elevar una acción de gracias a la Santísima Trinidad a
través de la propia María. Y tras pensar en el tránsito de la vida a la muerte, Santa
Matilde pidió a la madre de Jesús que le asistiera en los últimos instantes de
su vida. Ahí surgió la devoción de las tres avemarías.
Lo que Dios da con las 3 avemarías diarias
Ante esta solicitud de la monja
alemana, la Virgen le contestó:
»Sí que lo haré; pero quiero
que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías.
»Por la tercera, pedirás que así
como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho
tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te
asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que
toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias”.
Esta oración, “tan grande, pero
tan sencilla y fecunda” en un tesoro que han sabido apreciar grandes santos a
lo largo de estos siglos, que no han dudado en propagar esta devoción. San
Alfonso de Ligorio, San Antonio de Padua, San Luis María Grignion de Montfort o
más recientemente el Padre Pío o San Juan Pablo II han alentado este
rezo de las tres avemarías.
Según explica L´1visible, durante
siglos millones de cristianos rezaron a la Madre del Señor recitando todos los
días con fe y perseverancia las tres avemarías.
Una devoción relanzada en el
siglo XX
A medida que fue pasando el
tiempo se fue apagando esta importante devoción. Pero todo cambió
nuevamente a principios del siglo XX. En 1900 un humilde capuchino de
Blois, el padre Jean-Baptiste de Chémery, dedicó su vida a rescatar esta
devoción.
Para ello, fue acumulando y
recopilando los testimonios, y creó una publicación mensual con los milagros y
las gracias obtenidas por la oración de las tres avemarías. Igualmente, fundó
una archicofradía aprobada por el Papa Benedicto XV en 1921 y redactó un
manual recapitulando el origen, el desarrollo y los efectos maravillosos de
esta devoción, convencido de que esta forma tan sencilla de orar permite
acercarse a Dios a través de María.
El centro de esta devoción
renovada está en una nueva basílica que se creó gracias al enorme trabajo
realizado por este monje. Fue el padre Clovis de Provins, quien sucedió al
padre Jean-Baptiste en el periodo de entreguerras, el responsable de la
construcción de una basílica dedicada a la difusión de esta devoción.
La construcción comenzó en 1932,
pero hubo varios problemas. Unos años más tarde, el arquitecto Paul Rouvière se
hizo cargo de la obra y dejó su huella. La iglesia fue finalmente consagrada en
1949 y, como privilegio, elevada al rango de basílica por el Papa Pío XII en
1956, está dedicada a Nuestra Señora de la Trinidad, término resultante de
la devoción de las tres avemarías.
Paul Rouvière tenía solo 28 años
cuando se hizo cargo de las obras del santuario. Sus planes obedecían a
varios principios: el uso de nuevos materiales, el uso de técnicas de
producción industrial, el destierro de lo pintoresco para favorecer la pureza
de las formas, la invención de un arte moderno. Abandona el cemento en bruto
por el hormigón abujardado del que emerge la grava del Loira, más viva y
cálida.
Llamado a filas en 1939, murió
menos de diez días después de que Francia entrara en la guerra durante la
ofensiva del Sarre. Le sucedió el arquitecto Yves-Marie Froidevaux,
especialista en la restauración de edificios medievales.
Publicado en Cari Filii News.
J. Lozano
Fuente: ReL






