No desprecies ninguna de ellas...
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A veces creo haberlo intentado
todo. Ha disminuido el dolor. He buscado ayuda en lo humano.
Hoy hay tantas enfermedades del
corazón, del alma, de la cabeza. Tanta incapacidad para enfrentar la vida
y buscar soluciones.
Cuánta debilidad para amar de
forma madura y profunda. Tanta fragilidad para digerir y trabajar las emociones
que vivo en el alma.
Busco primero ayudas en lo
humano, soluciones con tratamientos. Hay muchas cosas que pueden encontrar
respuesta y caminos a seguir en lo humano, de forma natural.
Donde solo Dios llega
Pero luego hay otra curación
que depende de mi fe, de mi confianza en el poder del amor de Dios.
Necesito tocar el manto de Jesús.
Basta con tocar su manto con fe. Creyendo de verdad que Jesús puede hacer
posible lo imposible.
Me cuesta esa fe tan auténtica y
limpia. Si tuviera esa fe tendría más paz.
Formas concretas de recibir
sanación
A veces tengo que hacer algo
extraño para curarme. Algo que no está previsto. Algo que surge en mi vida.
Ir a una junta, participar en una
actividad, estar presente en una misa, una confesión, una conversación que
puede ser importante.
Quizá donde menos lo espero
aparece la solución a mis problemas. Sólo debo tener fe en los caminos que
Dios me propone.
El novelista Julien Green
describe una asamblea de cristianos con estas penetrantes palabras:
«Todo el mundo creía, pero nadie
gritaba de asombro, de felicidad o de espanto».
José Antonio Pagola, Arturo
Asensio Moruno, El camino abierto por Jesús. Juan
El poder de la fe
Una fe mustia que no se arriesga,
no se expone, no es feliz, no está llena de admiración y asombro.
Así es a veces mi fe. Como la de
esas «personas que han ido creciendo en otros aspectos de la vida, pero
que han quedado atrofiados interiormente, frustrados en su «desarrollo
espiritual». Gentes buenas que siguen cumpliendo con fidelidad admirable sus
practicas religiosas, pero que no conocen al Dios vivo que alegra la existencia
y desata las fuerzas para vivir».
Esa fe nueva y renovada es la que
necesito. Una fe que me ponga en camino y me permita llegar más lejos de
lo posible, de lo lógico, de lo prudente.
A Jesús no le pasa desapercibida
nuestra tristeza, complejo, sufrimiento,… Ese dolor tan personal y concreto
necesita ser sanado con una atención que sólo Jesús puede dar, pues sólo
Él conoce nuestra vida y nuestra alma.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia