Ante las inquietudes que jóvenes católicas se plantean sobre la auténtica feminidad, el Instituto Gratia Plena busca ofrecer una respuesta en épocas de “feminismo tóxico”
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Imagen referencial. Crédito: Artem Kovalev / Unsplash |
“Todo lo que escuchaba eran estos
dos extremos de feminidad: uno era una mujer extremadamente independiente y
hambrienta de poder, mientras que la otra era una madre que solo tenía un hijo
tras otro. ¿Estaba mi feminidad definida por mis logros o por mi fertilidad?”.
Este era el cuestionamiento que
se hacía Pamela Medina, una joven estudiante de 18 años de la Franciscan
University de Steubenville en Ohio (Estados Unidos). La búsqueda de Medina es
compartida por muchas jóvenes que se enfrentan al pantano cultural del siglo
XXI.
Y Medina encontró su respuesta
junto a otras 15 jóvenes en un campamento realizado recientemente por el
Instituto Gratia Plena.
La fundadora de los campamentos,
Kelly Marcum, tuvo la idea de comenzar estos eventos mientras rezaba en Misa.
Como una mujer recién casada que
trabajaba en políticas provida, estaba “desconcertada” por la especificidad de
la inspiración, y la idea no la dejaba en paz.
Así que en 2020, con el apoyo y
aliento de su esposo, Marcum fundó el instituto y planificó su primer
campamento en 2021.
Pamela Medina se sintió atraída
al campamento porque le ofrecía respuestas a las distorsiones modernas de la
feminidad. Keira Thomas, de 14, la hermana menor de Marcum, decidió asistir al
campamento porque ella ya estaba viendo el “daño que el feminismo tóxico” le
estaba haciendo a sus amigas en la secundaria.
Como una ex estudiante de la
Universidad de Georgetown, Marcum misma pudo ver “las consecuencias del feminismo
tóxico”.
“Lo que vi en ese campus, en una
escuela que debería haber sido un faro de catolicismo en la capital de nuestra
nación, rompió mi corazón”, dijo Marcum al National Catholic Register.
La cultura, dijo, enseña que “el
desenfreno sexual es sinónimo de empoderamiento, que se debe temer al
sacrificio y que la autosatisfacción es la faceta más importante de la
felicidad”.
“Vi a mis pares, mujeres bellas e
inteligentes, caer en esta mentira una y otra vez, y vi su dolor”.
Kimberley Cook, una de las
conferencistas del campamento y autora de “La maternidad redimida: cómo el
feminismo radical traicionó el amor materno”, lamenta que muchas mujeres
asocian el “feminismo” con las mujeres que buscaban el sufragio femenino, sin
darse cuenta que el término se desarrolló bajo activistas como Margaret Sanger
y Betty Friedad, así como filósofas como Simone de Beauvoir.
De Beauvoir, dijo Cook al
Register, era una radical genuina que “creía que una mujer no debería tener la
elección de quedarse en casa con sus hijos, que esa no debería ser una opción
para las mujeres”.
Para De Beauvoir, continuó, las
mujeres “tienen que trabajar fuera de la casa. Ella veía a las mujeres que se
quedaban en casa y a las mujeres que tenían muchos hijos como (si tuvieran)
casi una enfermedad mental seria”.
El Instituto Gratia Plena existe
precisamente para combatir ideas como esa y reintroducir las ideas católicas de
feminidad. Eso comienza con la atmósfera pacífica del campamento y la vida
sacramental rica: Liturgia de las Horas, Misa, adoración eucarística, confesión
y Rosario.
Medina destacó la estructura y
flexibilidad del campamento. El tiempo libre le permitió “formar relaciones con
las chicas a mi alrededor, compartir mis pensamientos y emociones, reflexionar,
leer, escribir en un diario y simplemente disfrutar la vista”.
Thomas también agradeció el
“entrelazado” de conversaciones, oración y conversaciones libres entre las
jóvenes.
En las conversaciones,
coincidieron, surgieron algunos puntos en común: ser una mujer, en términos católicos,
es ser maternal.
Es una definición interesante,
especialmente en una cultura que define a los hombres y mujeres por su
sexualidad. Pero es una definición que elude muchos estereotipos engañosos
asociados con la “feminidad”.
Y podría ser especialmente
reconfortante para las jóvenes que luchan con las ideas modernas sobre género,
de la mano con el aliento de San Juan Pablo II en la “Carta a las mujeres”.
Otra de las expositoras del
campamento, Melissa Maleski, autora de “La suprema vocación de las mujeres de
acuerdo a San Juan Pablo II”, dijo al Register que “el cuerpo humano no está
destinado a ser una fuente de infelicidad. Sobre este punto, la visión del
mundo católica y la secular están de acuerdo”.
“Pero la visión del mundo secular
ahora sostiene que el cuerpo no es nada más que un accesorio intercambiable o
ajustable para la persona humana, con un valor que depende de nuestros deseos”,
advirtió.
En contraste, la idea de
feminidad enraizada en la maternidad es tanto profunda como liberadora, mucho
menos restrictiva, que apela a la vestimenta o a pasatiempos, e incluso a
preguntas sobre la vocación.
“Las mujeres están absolutamente
llamadas a una variedad de vocaciones particulares”, dijo Maleski. “Como
mujeres, no importa si estamos casadas, somos religiosas, solteras o vírgenes
consagradas; ya seamos amas de casa, directoras ejecutivas, trabajadoras de
construcción, trabajadoras de servicio, profesionales de la salud, académicas o
una combinación de vocaciones”.
Cook subrayó que “lo que subyace
es que todas somos maternales, ya sea que tengamos una maternidad física que se
materializa en algún momento de nuestra vida, donde realmente damos a luz a un
niño, o si somos una madre adoptiva, o si somos una hermana religiosa, o si
somos una mujer soltera sirviendo a otros”.
Esta noción más profunda de la
feminidad, si los planes de Marcum se concretan, ofrecerá a las mujeres jóvenes
un nuevo apoyo e inspiración. Marcum espera que Gratia Plena complemente a
otros programas, como el del Given Institute, llegando a las jóvenes antes de
que abandonen sus hogares para ir a la universidad.
Medina llegó al campamento de
Gratia Plena cuestionada por si su feminidad se definía por sus logros o su
feminidad, y obtuvo una respuesta clara.
“Mi valor y dignidad es dado por
Dios. Él nos ha dado un propósito desde nuestro inicio hasta nuestro fin. Como
Juan Pablo el Grande dijo, soy una ‘centinela del Invisible’. Ese es un honor”,
dijo, recordando el mensaje del “Papa peregrino” durante su viaje a Lourdes en
2004.
Traducido y adaptado por David
Ramos. Publicado originalmente en el National
Catholic Register.
Por Sophia Feingold.
Fuente: ACI Prensa